Por Sandra Cormier
“¡Somos trabajadores, no esclavos! ¡Basta de explotación! ¡Queremos elecciones libres!”
La muerte de Stalin en marzo de 1953 abre un nuevo período. Los líderes de la RDA (República Democrática de Alemania) que, como sus homónimos soviéticos, buscan establecer su dominio en esta nueva era post-estalinista, experimentan su primera gran crisis de legitimidad. Fue el levantamiento del 16 y 17 de junio de 1953 que comenzó en Berlín Este y se extendió por toda la RDA[1].
Ya en la década de 1950, el rearme de Alemania Occidental estaba a la orden del día y el de Alemania Oriental ya ha comenzado. De alguna manera se formalizó en la conferencia del SED (Sozialistische Einheitspartei Deutschlands -Partido Socialista Unificado de Alemania) que se celebró del 9 al 12 de julio de 1952 y que proclamó la “construcción del socialismo” como la nueva tarea fundamental del régimen. Además de la colectivización acelerada en la agricultura, la supresión del comercio y la artesanía, esta política implica un mayor desarrollo de la industria pesada. Existe una continuidad con los objetivos del régimen bajo Stalin: el de reconstruir las industrias de Alemania Oriental pero también Soviéticas.
Aumento de la productividad y crisis de abastecimiento
En noviembre de 1952, en su informe, al regreso del 19o Congreso del Partido Bolchevique, Walter Ulbricht, secretario general del Comité Central del SED, especifica su política en torno al tríptico: economías severas, aumento de la productividad, revisión de las normas para el rendimiento en el trabajo. Esta redistribución se produce entonces en detrimento de otros sectores de la economía, como la producción de bienes de consumo. La consecuencia inmediata es que desde junio de 1952 hasta la primavera del año siguiente, alrededor de 335.000 personas abandonaron la RDA para ir al oeste, principalmente pequeños industriales y campesinos que vieron confiscados sus bienes. En la primavera de 1953, se produjo una crisis de suministros, o incluso una escasez de ciertos alimentos como las patatas, la carne o el carbón. El 28 de mayo de 1953, el Consejo de Ministros decidió, para resolver la crisis, un aumento de las normas de productividad en el trabajo en un 10%. Este aumento de las normas no es nuevo. En realidad, se habían aumentado desde 1949, pero hasta entonces la construcción, un sector muy combativo de la clase obrera de Alemania Oriental, se había salvado en general.
Sin embargo, llegan contraordenes desde Moscú, empujando a los líderes del SED a un retroceso. Después de la muerte de Stalin, los nuevos líderes de la URSS, Beria y Malenkov, hicieron una oferta a Occidente para obtener la retirada de las tropas estadounidenses, a cambio de la unificación de Alemania y elecciones libres. Esto implica, entre otras cosas, el cese de las políticas económicas en marcha. Por lo tanto, se cuestiona la política del SED “de construcción del socialismo”, y el 9 de junio de 1953 se adoptó el “nuevo curso” en la RDA. El 11 de junio de 1953, el Neues Deutschland publicó una declaración autocrítica aportada por V. Semionov, el Alto Comisionado de la URSS, que reconoce que “la construcción del socialismo había causado graves problemas a la economía de Alemania Oriental”. Así se hacen concesiones a los campesinos exiliados, a las clases medias, a la burguesía y a la Iglesia. Quienes huyeron de la RDA podrían recuperar sus propiedades. Se mejoran las condiciones de las clases sociales más acomodadas y se empeoran las de la clase trabajadora, porque el decreto sobre normas de trabajo sigue en vigor. Las y los trabajadores reciben entonces salarios con una disminución de hasta el 30 y el 40%. La ira aumenta, sobre todo porque los burócratas del SED parecen frágiles y divididos, algunos de ellos apoyan una reunificación capitalista de Alemania en los términos del Kremlin. La crisis revolucionaria se está incubado.
La insurrección
Desde hace varias semanas, con la aplicación de las nuevas normas laborales, se han multiplicado las huelgas en varias ciudades como Magdeboug o Chemnitz. Las y los trabajadores son vigilados de cerca por cronometradores celosos y puntillosos. A mediados de mayo, los limpiadores de fachadas de la construcción de Berlín Occidental también se pusieron en huelga para solicitar un nuevo convenio colectivo. Los trabajadores de las obras de la Stalinallee en Berlín Este siguieron entonces el movimiento de cerca, y la prensa de Alemania Oriental informa torpemente sobre este movimiento. El 16 de junio, tras el anuncio del mantenimiento del decreto sobre normas laborales, un centenar de trabajadores de la construcción de la Stalinallee, escaparate de la RDA, donde las obras se suceden unas a otras por centenares de metros, dejan el trabajo y salen a la calle. A ellos se les unen rápidamente miles de otros. A partir del mediodía, el Politbüro retrocede y retira el aumento de las normas. Pero ya es demasiado tarde, no es suficiente para detener el movimiento que ya se ha extendido por toda la ciudad. El eslogan “exigimos una reducción de las normas” está perdiendo gradualmente su lugar central. A las reivindicaciones sociales se suman reivindicaciones políticas que exigen la dimisión del gobierno o el establecimiento de elecciones libres con voto secreto. La idea de la huelga general se está abriendo camino. El 17 de junio, el movimiento se generalizó a todo el país. Hay varios cientos de miles de huelgas y manifestaciones en más de 500 ciudades de la RDA. La huelga es masiva, especialmente en las grandes empresas y las grandes ciudades obreras. Continuará en algunos sectores hasta el 21 de junio.
Un brote radical
Las características del movimiento son, por un lado, su radicalización rápida y amplia y, por otro, su falta de dirección unificada con capacidad para derrocar al régimen. La columna vertebral de la insurrección está formada por los trabajadores de la industria pesada, la construcción mecánica, las grandes industrias químicas, el “corazón rojo” de Alemania. Sin embargo, son los trabajadores de la construcción los que, a menudo, fuera de la propia ciudad de Berlín, toman la iniciativa del movimiento.
Desde la tarde del 16 de junio, los trabajadores de las obras de Stalinallee interpelan al gobierno con el sonido de “¡Apoltronados! ¡Dimisión! ¡Libertad! ¡Reducción de las normas! ¡Queremos ver a Ulbricht y Grotewohl!” La huelga general se desarrolla desde el 17 por la mañana. En Leipzig, la segunda ciudad de Alemania Oriental, la mayoría de las fábricas están en huelga. Grandes fábricas como el astillero Neptun (en Rostock), las fábricas Zeiss (en Jena), Lowa (en Gorlits), Olympia (en Erfurt), Buna (en Halle), las fábricas de locomotoras de Babelsberg, las acerías de Fürstenwalde y Brandeburgo, dejaron de trabajar. Trabajadoras y trabajadores de empresas más pequeñas, amas de casa, estudiantes y autónomos se unen al movimiento. Se forman comités de huelga en varias fábricas que elaboran listas más amplias de reivindicaciones, materiales pero también muy políticas como el establecimiento de elecciones libres, la reducción del salario de la policía, la dimisión del gobierno, la liberación de los presos…
Organizan los suministros de gas y de electricidad sustituyendo a la administración. Ocupan las radios, las imprentas como en Halle o Leipzig. En Bitterfeld, el Comité Central de huelga envía un telegrama al “autodenominado gobierno democrático alemán” exigiendo su dimisión y la “constitución de un gobierno provisional de trabajadores progresistas”. Las cárceles son asaltadas un poco en todas partes y las y los presos políticos son liberados en Magdeburgo o Bitterfeld. En Görlitz, la multitud forma un Comité de Gobierno Popular, así como una milicia de trabajadoras y trabajadores no armados.
Todo esto cuestionaba las propias bases del régimen. Pero si las células del SED presentes en los lugares de trabajo se disolvieron muy a menudo y fueron reemplazadas por nuevas formas de organización, faltaba una dirección que pudiera unificar los comités obreros y formar un contrapoder alternativo al régimen del SED. Además, aislado solo en la zona oriental, el movimiento no podía ganar. Una de las condiciones para la victoria de la huelga fue su extensión a Berlín Occidental y Alemania Occidental. Hubo intentos, pero fracasaron. ¡Tarde o temprano intervendrían las fuerzas de ocupación soviéticas!
Los tanques soviéticos y sus aliados
A partir del jueves 16 de junio a las 13 horas, el mando soviético proclamó el estado de asedio. El 17 de junio, más de 25.000 soldados soviéticos y cientos de tanques entraron en Berlín, y se estableció la ley marcial. El estado de emergencia se mantendrá hasta el 11 de julio. Hay más de cien muertos, incluidos muchos trabajadores asesinados en las calles y cientos de heridos. Decenas de miles de huelguistas son arrestados y juzgados. Algunos son ejecutados, otros condenados de por vida. En Berlín, el trabajador electricista desempleado Willy Göttling, acusado de actuar para un servicio de inteligencia extranjero, es fusilado para dar ejemplo. La represión se extiende por toda la RDA.
Sin la intervención del ejército soviético, el régimen se habría derrumbado. Desde el punto de vista militar, las fuerzas que apoyaron al régimen eran débiles. Algunos regimientos de policía en cuarteles, algunos estudiantes y algunos miles de jóvenes comunistas miembros de la FDJ (Freie Deutsche Jugend) que se manifestaron para apoyar al régimen la noche del 16 de junio en particular. Los países imperialistas fingieron conmoverse, satisfechos en realidad de ver al proletariado alemán derrotado. En cuanto a los estalinistas franceses, repiten en l´Humanité la tesis del gobierno de la RDA “de un golpe de estado de las fuerzas occidentales”, calificando a los trabajadores en huelga de “provocadores fascistas a sueldo de las potencias extranjeras”…
En conclusión…
En julio de 1953, Mandel calificó este levantamiento obrero como “la acción revolucionaria más importante del proletariado alemán desde 1923”. Es una realidad: el nivel de combatividad alcanzado en un solo día no ha sido igualado desde entonces. Ninguna lucha significativa lo superó entre 1953 y 1989. El proletariado alemán mantuvo durante mucho tiempo la esperanza de rehacer un 17 de junio, pero la represión del movimiento reforzó el Estado securitario y debilitó las capacidades de resistencia colectivas. El movimiento obrero no perteneciente al SED y portador de las tradiciones espartakistas finalmente se desintegra. A pesar de todo, el levantamiento de junio, por su radicalidad y extensión a toda la RDA, es un movimiento ejemplar que se ha tenido importancia a escala internacional. Es el acto fundador de una serie de rebeliones contra los regímenes de Europa del Este. La chispa que desencadenó los levantamientos en Polonia en 1956 y 1980, en Hungría en 1956 y luego en Checoslovaquia en 1968.
Fuentes:
– Gareth Dale, « Le soulèvement populaire du 17 juin 1953 (1) », alencontre.org
– Ernest Mandel, « Le soulèvement populaire du 17 juin 1953 (2) », alencontre.org
– François Fejtö, Histoire des démocraties populaires, 2. Après Staline. Éditions du Seuil, Points Histoire, 1992.
– Benno Sarel, La classe ouvrière d’Allemagne orientale, essai de chronique (1945-1958), Les Éditions ouvrières, 1958.
24/06/2023
Hebdo L’Anticapitaliste – 667 (22/06/2023)
https://lanticapitaliste.org/opinions/histoire/juin-1953-la-rda-se-souleve
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
[1] También sobre este tema, El levantamiento obrero en Alemania Oriental, junio de 1953, Ernest Mandel, https://vientosur.info/el-levantamiento-obrero-en-alemania-oriental-junio-de-1953/ ndt
Tomado de vientosur.info
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