Entrevista a Bernhard Forchtner “Ser incapaces de mantener la tierra por debajo de 1,5ºC no es culpa de la extrema derecha, sino de los partidos centristas”

Por Evgeny Morozov | Ekaitz Cancela

Bernhard Forchtner es profesor asociado de Medios, Comunicación y Sociología en la Universidad de Leicester, e investigador principal en el Centro de Investigación sobre Cooperación Global de Duisburgo. Estudia la comunicación medioambiental y cómo la extrema derecha europea moviliza temas como el calentamiento global y la biodiversidad. Bernhard es coautor de Climate Obstruction. How Denial, Delay and Inaction are Heating the Planet, y editor del volumen The Far Right and the Environment, entre otros.

Para el investigador, el obstruccionismo climático de extrema derecha puede adoptar muchas formas. La más flagrante –el negacionismo tradicional– sigue existiendo en la escena política alemana y británica, aunque no tanto en las periferias europeas. Luego están las formas secundarias de obstrucción, que a menudo se manifiestan como resistencia a las políticas climáticas. Como aclara Bernhard en esta entrevista realizada en el marco de un proyecto sobre populismo climático de derechas del The Center for the Advancement of Infrastructural Imagination (CAII), hasta los grupos de extrema derecha que aceptan las conclusiones científicas contribuyen a la resistencia política contra el cambio climático. No obstante, el autor sugiere que es la reticencia de los partidos mayoritarios, especialmente los de centro, lo que realmente obstaculiza la acción climática.

¿Qué opina la extrema derecha sobre el cambio climático? ¿Ha cambiado el abanico de opiniones en los últimos cinco años?
Efectivamente, existe una amplia gama de posiciones entre la extrema derecha. En primer lugar, tenemos el estereotipo habitual de negacionista. Esa posición sigue existiendo y hasta hace poco era quizá la forma por defecto en que el público en general entendía el nexo entre la extrema derecha y el clima. Pero esto no abarca todo el panorama, porque desde hace tiempo también hay sectores que aceptan el cambio climático y, más concretamente, el cambio climático provocado por el hombre. Por ejemplo, hay quien acepta que el cambio climático existe y que las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el hombre desempeñan un papel fundamental, pero luego añaden el argumento de que no debe ignorarse la supuesta superpoblación como un factor importante. Otras veces, los actores de extrema derecha no rechazan explícitamente el cambio climático y reconocen (implícitamente) que el ser humano influye, pero –y después de ese gran “pero”– hacen referencia a reacciones políticas que perciben como histéricas, culpándolas de arruinar la industria, causar desempleo, etcétera. Este escepticismo también obstruye mantener un compromiso significativo con el problema.

¿Cómo explica esta divergencia dentro de la extrema derecha? ¿Varía de un país a otro, o hay una explicación que se aplica de forma más general?

Se trata de un debate en curso. Una explicación tiene que ver con el “rigor ideológico”. Quienes se sitúan en el extremo de la extrema derecha pueden estar más dispuestos a aceptar el cambio climático porque, por ejemplo, pueden relacionarlo con su crítica al capitalismo. Puede que estén comprometidos con el nacionalismo de “sangre y tierra” y traduzcan su preocupación, ideológicamente cargada por su preocupación por la patria, a la hora de reconocer el cambio climático como un peligro. Aunque el cambio climático sea abstracto y global, se lo toman en serio porque puede afectar de manera fundamental a su patria. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado, porque se puede señalar fácilmente a actores de extrema derecha que son abiertamente negacionistas, lo cual podría estar relacionado con burdas teorías conspirativas. Es una pregunta difícil de responder.

Parece razonable suponer que las fuerzas negacionistas de la derecha estarían próximas a los intereses empresariales, pero eso queda desmentido por la presencia de dichas teorías conspirativas. Entonces, ¿qué lleva a estos grupos a explotar el cambio climático para avanzar en sus agendas?

Cuando se trata de actores populistas de la derecha radical –me refiero, por ejemplo, a algunos sectores de Alternativa para Alemania (AfD) y la Agrupación Nacional en Francia– existe un aspecto obstruccionista. Y eso seguramente tiene que ver con la dinámica propia a cada campo político. Estos partidos están tratando de hablar a partes del electorado que supuestamente no están siendo atendidas en este momento. Y dado que, en general, existe una aceptación del cambio climático en el ámbito político, tiene sentido que conviertan las respuestas climáticas en amenazas, por ejemplo, hablando de desindustrialización.

Por supuesto, estos partidos también han contribuido a crear esa misma ansiedad. Al presentar la crisis, siempre lo hacen realidad en la mente de su público. Si nos fijamos en la forma en que estos actores se comunican en público, se observan similitudes entre las distintas crisis. Comparemos la del Covid y el cambio climático: estos actores las utilizan como oportunidades para sacar a la palestra temas muy similares. Lo mismo puede decirse de cómo hablan de la economía o de las élites. Así, las razones estratégicas que usan van de la mano de las ideológicas, como el populismo y la importancia que conceden a la soberanía nacional, y surgen sobre el trasfondo de éstas mismas.

Usted ha escrito mucho sobre el mundo germanoparlante y también sobre el Reino Unido. Aun ciñéndonos a Europa, ¿existen diferencias significativas en los discursos de extrema derecha sobre el clima en los distintos países?

Los hay. En Francia, la Agrupación Nacional parece practicar poco el negacionismo de manera abierta y nunca cuestiona las pruebas existentes sobre el cambio climático, lo que constituiría una obstrucción de primer orden. Pero eso no significa que no haya escepticismo en su respuesta, una forma de obstrucción secundaria. El hecho de que no se opongan a las pruebas científicas no significa que contribuyan a resolver el problema. Del mismo modo, en los países nórdicos, los partidos políticos de la derecha radical se han alejado de la negación rotunda, aunque Suecia todavía la mantiene. En Alemania también se puede observar el negacionismo declarado en algunos sectores de la AfD. En el Reino Unido, el Partido por la Independencia y el Partido Nacional Británico eran dos grupos negacionistas muy ruidosos y contundentes. En Europa Central y Oriental, mientras tanto, PiS y Fidesz, así como Jobbik, marcan la pauta de la aceptación. Estos son ejemplos destacados. El caso de Polonia y Hungría indica que la extrema derecha de estas regiones es más proclive a aceptar el cambio climático que sus homólogos occidentales.

¿Y en el sur de Europa? En España, Italia y Portugal no parece haber tanto negacionismo.

Aunque no me he centrado en el sur de Europa, esa afirmación es cierta. El negacionismo descarado no está tan presente en el Sur como lo está más al Norte. Eso describe a la Lega italiana en el Parlamento Europeo, así como al Amanecer Dorado griego. Este último ya no es relevante, pero era muy abierto cuando se trataba de aceptar el cambio climático, especialmente en comparación con otros actores de la extrema derecha. También Vox ha admitido (¡de forma incoherente!) que el cambio climático es real.

Pero, de nuevo, el hecho de que los actores de extrema derecha no sean abiertamente negacionistas no significa que estos partidos sean útiles, o que apoyen políticas climáticas importantes. Se han realizado estudios sobre los patrones de voto reales de estos partidos; en general, siguen siendo obstruccionistas. Y si nos fijamos en lo que ocurre cuando la extrema derecha está en el gobierno, las políticas climáticas parecen sufrir, aunque no de forma catastrófica. La mayoría de los partidos de extrema derecha son obstruccionistas de un modo u otro.

¿Los que aceptan el cambio climático articulan alguna alternativa política propia?

No he visto mucha innovación política. He estudiado sus discursos en el Parlamento Europeo, y a veces había contrapropuestas de, por ejemplo, la Agrupación Nacional, o de Amanecer Dorado. Estos partidos de extrema derecha tenían que justificar su voto, pero nunca fueron muy sofisticados a la hora de hacerlo. Si nos fijamos en los debates sobre el decrecimiento en algunos sectores de la extrema derecha alemana, visibles por ejemplo en la revista de la Nueva Derecha Die Kehre, encontramos quejas sobre el capitalismo, sobre las corporaciones, pero hay poco sobre el meollo de lo que hay que hacer a continuación.

¿Ha notado cambios en sus estrategias de comunicación? ¿Enmarcan su mensaje de alguna forma novedosa? ¿Ninguno de ellos está en TikTok?

Se podría imaginar que el uso de la tecnología es importante, pero no he visto grandes cambios en cuanto a sus estrategias discursivas. Los argumentos se han mantenido bastante estables. Están insistiendo mucho en la “desindustrialización” y en los peligros que supuestamente plantea la política climática para la economía en general. Pero eso ha estado presente durante mucho tiempo, desde luego desde que empecé a estudiar a estos actores a principios de la década de 2010. Suponía que se hablaría de refugiados climáticos o de migración climática a medida que se desarrollara la crisis y los medios de comunicación empezaran a informar sobre la necesidad de desplazarse de las poblaciones afectadas. Pero eso aún no ha ocurrido. Eso no significa que no vaya a cobrar protagonismo en algún momento, pero no ha sido el principal argumento esgrimido por la extrema derecha.

¿Los grupos que aceptan la realidad del cambio climático expresan cierta ambivalencia ante las medidas dominantes, o neoliberales, para abordarlo? ¿O aceptan la potenciación de los mercados y la valoración de la naturaleza como extensiones naturales del capitalismo, así como si se tratara de un mecanismo para oponerse a activistas como Greta Thunberg?

Es complejo y existe mucha variedad. Pero incluso quienes aceptan el cambio climático no pueden seguir el camino de la “corriente dominante”. Siempre tienen que criticar las posiciones verdes, liberales y de izquierdas, sobre todo cuando las encarnan representantes como Thunberg. Se sigue hablando de las supuestas políticas incoherentes de los actores de la “corriente principal”. A la extrema derecha le gusta apuntar a la incapacidad de la corriente dominante para hacer frente a las realidades del cambio climático, tal y como ellos las ven.

A menudo se asigna a estos grupos la etiqueta de populistas. ¿Ayuda a explicar sus opiniones y su retórica sobre el clima?

Algunos de los actores centrales de la política contemporánea tienen un elemento populista, como la AfD y la Agrupación Nacional. Cuando los llamamos populistas, estamos reconociendo que se posicionan a sí mismos y al “pueblo” en oposición a una élite, ya sea nacional o internacional. Acusan a esta élite de no comprender a la gente corriente y de oprimirla. El actor populista combate este argumento dando voz a la “voluntad del pueblo”. De hecho, este es uno de los argumentos más sustanciales que se han dirigido contra los actores internacionales, como puede ser el IPCC, o alguien como Thunberg. Pero también se han dirigido contra la élite nacional, a la que consideran ayudante de esas fuerzas internacionales. Así que sí, las reivindicaciones populistas están presentes en la retórica de la extrema derecha.

¿Estos discursos, ya sean exclusivamente sobre el clima o más ampliamente populistas, penetran también en los partidos conservadores más mayoritarios?

Nunca he comparado explícitamente a los dos, pero parece que hay coincidencias en sus posturas. Muchos partidos conservadores defienden la necesidad de ser racionales, de no reaccionar de forma exagerada ante el cambio climático, de tener en cuenta también la industria nacional y las tasas de desempleo. Esos discursos no se limitan a la extrema derecha.

De hecho, cuando hablamos de abordar el cambio climático, el problema no reside tanto en la extrema derecha. Hay varias razones por las que deberíamos intentar comprender cómo funciona su comunicación sobre el cambio climático de manera más amplia, dentro de su activismo político. Pero el verdadero problema reside en los partidos de la “corriente dominante” y sus deficiencias en materia climática. Al menos en Europa, la extrema derecha no es la razón principal de que se haya hecho tan poco por el cambio climático.

También ha escrito sobre la cuestión del estilo de vida. El deseo de la extrema derecha de defender estilos de vida tradicionales, ¿influye en su política climática?

Es muy relevante. Pero, de nuevo, esto no se limita a la extrema derecha, aunque sea un suceso habitual en esos movimientos. No sólo intentan defender un estilo de vida, sino también proteger la identidad que lo acompaña. Esta identidad puede incluir el consumo de carne, la conducción de grandes coches con motores de combustión, las ideas tradicionales de lo que significa ser un hombre… todo ese tipo de cosas.

En los últimos años se han celebrado actos que han reunido a muchos de estos movimientos y partidos de extrema derecha. ¿Ocurre algo similar en torno al negacionismo climático u otras formas de política climática de extrema derecha?

Han existido eventos relacionados con el cambio climático que han reunido a ponentes de diferentes procedencias nacionales en Europa, como un “Simposio Alternativo sobre el Clima” organizado por la AfD en 2019. Un think tank relevante es EIKE, que ha recibido cobertura tanto mediática como académica por su negacionismo climático, y que tiene conexiones con actores más allá de las fronteras de Alemania. Otro caso de vínculos transnacionales entre actores de extrema derecha es la conferencia del Institut Iliade en Francia, a la que asiste la Nueva Derecha alemana. Allí se ha debatido sobre el cambio climático.

¿Quiénes son los intelectuales destacados en esta escena? ¿Hay nuevas voces, o siguen leyendo material escrito en los años treinta?

Siguiendo con la Nueva Derecha, en Francia, por ejemplo, está Alain de Benoist. No es exactamente una voz nueva y lleva mucho tiempo hablando de cuestiones ecológicas y del cambio climático. Si nos trasladamos a Alemania, los intelectuales relevantes suelen ser más jóvenes. Aquí, Die Kehre es una publicación clave, que se compromete a escribir sobre cuestiones ecológicas desde una perspectiva de extrema derecha. Difieren de cómo los partidos de extrema derecha como el AfD abordan el cambio climático y otras cuestiones medioambientales, y sí se basan en una larga tradición en el pensamiento de extrema derecha.

¿Estos grupos de extrema derecha que politizan el cambio climático tienden también puentes con los movimientos campesinos que se han movilizado en toda Europa?

Puedo responder sobre Alemania. Con respecto a una publicación como Die Kehre, no. Con respecto a los actores no partidistas y las revistas que pueden estar informalmente conectadas con la AfD, sí. En el pasado, ha habido intentos de comunicación dirigidos a los agricultores, así como a grupos más generales como los conductores.

¿Es la política climática de extrema derecha, incluido el negacionismo climático, algo que debería preocupar a las fuerzas de izquierdas? ¿O es la falta de influencia de la extrema derecha en relación con las fuerzas dominantes lo que hay que poner sobre el foco?

Volvamos a estos partidos establecidos de la “corriente dominante”. Es cierto que las ideas de extrema derecha y los partidos en este espectro política se han convertido en la corriente dominante, pero aquí me refiero a los partidos clásicos de Europa, el centro-izquierda y el centro-derecha tradicionales, quizá también los Verdes y los Liberales. Ellos son los que, si realmente quisieran, podrían hacer algo. La extrema derecha podría oponerse, pero no cambiaría mucho las cosas. Es sólo una cuestión de números. Los partidos mayoritarios podrían seguir aplicando políticas públicas. Así que, si no conseguimos mantenernos por debajo de 1,5ºC –y así es como se está viendo–, yo no diría que sería por culpa de la extrema derecha; sería por culpa del “centro”.

Siempre ha habido gente que cree que la Tierra es plana; siempre habrá gente que crea que el cambio climático no existe o que no tiene nada que ver con el ser humano. Es estupendo que en los últimos años se haya prestado tanta atención a esta cuestión de la obstrucción climática de extrema derecha, tanto por parte de los medios de comunicación como de los activistas. Es muy importante analizar este tipo de discursos sobre el clima; son otra pieza del mosaico del activismo de extrema derecha. Tenemos que entenderlos porque alimentan estas posturas y argumentos políticos excluyentes y contrarios a las élites, formulados tanto por actores partidistas como no partidistas.

La forma principal en que estos discursos han penetrado en el imaginario público parece ser a través de los tiroteos masivos, al menos en el mundo anglosajón. ¿Qué opina de estos sombríos sucesos y de los manifiestos ecofascistas que los acompañan?

Analicé el manifiesto de Christchurch para ver qué intentaba comunicar esta persona en particular. Pero a fin de cuentas, no está claro si las creencias ecofascistas son el aspecto causal que realmente motiva a los terroristas a empuñar un arma. No puedo evaluarlo. El tema del miedo –a los extranjeros, al Otro racializado– es muy fuerte. Pero no es un tema sorprendente,  o que se conecte con el cambio climático y las cuestiones medioambientales en general a través de varios puentes. Sabemos que la extrema derecha expresa preocupación por el panorama nacional, por la patria. Se pueden conectar fácilmente los puntos –de nuevo, es importante hacerlo, para entender cómo diferentes aspectos pueden unirse e integrarse en una visión del mundo de extrema derecha–, pero esto no convierte necesariamente a estos discursos en la fuerza activadora detrás de los tiroteos.

Volviendo al tema del populismo, ¿existen discursos sobre el clima que los populistas de izquierdas compartan con los populistas de derechas?

Hemos hablado brevemente de las diferencias que existen dentro de la extrema derecha. Estas diferencias son importantes, pero al mismo tiempo, algunos estudios dicen que lo que tiende a causar oposición a las políticas climáticas es el populismo en sí mismo, o cuán “populistas” es el individuo.

Pero ésta no es una opinión que goce de mucho consenso. También hay quien opina que la oposición a la política climática depende en realidad de actitudes excluyentes y nacionalistas. Si esa es la variable relevante que afecta al escepticismo o al obstruccionismo, entonces los populistas de izquierdas no serían relevantes. Y si nos fijamos en las comunicaciones reales de los partidos, está claro que el populismo presentado por la extrema derecha está mucho más alineado con la obstrucción climática que el populismo expresado por los actores de la izquierda.

Evgeny Morozov y Ekaitz Cancela

Traducido por Ekaitz Cancela

Tomado de vientosur.info

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