CHINA: Se acumulan los problemas para Xi Jinping de cara al XX Congreso del Partido

23 SEPTIEMBRE 2022

Mientras Pekín anunciaba la celebración del XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCC) para el 16 de octubre, negros nubarrones se iban acumulando en el camino del presidente Xi Jinping. Malos augurios tanto económicos y sociales como también políticos y estratégicos. De todos modos, no ponen en entredicho su reelección para un tercer mandato al frente del país.

La calamidad más reciente, una de las peores canículas jamás registradas, afecta a buena parte de China desde finales de agosto, pone en riesgo la cosechas de otoño y amenaza con suscitar una grave penuria de agua en numerosas ciudades del país. Esta prolongada sequía se suma a las dificultades económicas que sufre el país desde el año pasado y que no cesan de crecer. Según el diario anglosajón New Scientist, la ola de calor extremo que golpea a China, “la más severa jamás registrada en el planeta”, menoscaba gravemente la producción de energía, la distribución de agua y la producción agrícola.

Junto con el calor extremo, la escasez de lluvias ha causado un descenso drástico del nivel de los cursos de agua, de los que 66 se han secado completamente. En algunas partes de la cuenca del Yangzi, los niveles de agua son los más bajos desde el comienzo de las mediciones en 1985, según el periódico. En este valle están afectadas 2,2 millones de hectáreas de tierras de cultivo. La superficie del lago Poyang, en la provincia de Jiangxi, la mayor reserva de agua dulce del país, abarca actualmente un 67 % de la media de los últimos diez años.

La capacidad de producción hidroeléctrica nacional ha caído en picado. La provincia de Sichuán, que genera el 80 % de su electricidad en presas, se ha visto especialmente afectada, con un descenso de la producción hidroeléctrica del 50 %. Tan solo en esta provincia se han perdido 47.000 hectáreas de cultivos. En determinados parajes del país, las reservas de agua locales están agotadas y es preciso llevar agua potable en camiones.

Las autoridades chinas invitan ahora a las familias, los centros comerciales y los aeropuertos a reducir drásticamente la climatización. Miles de fábricas han tenido que cerrar debido a las penurias de electricidad, según New Scientist. La crisis es tan aguda que las autoridades han decidido reabrir las centrales eléctricas que queman carbón, que son las más contaminantes, en un país en que los efectos devastadores de la contaminación están a la vista en todas partes.

Crecimiento insuficiente, demanda apática

Paralelamente, y debido a una gestión catastrófica de la pandemia de covid-19 por parte de las autoridades chinas, el crecimiento económico muestra signos muy inquietantes de una fuerte desaceleración. La previsión oficial de un crecimiento del PIB del 5,5 % en 2022 no se cumplirá, según todas las probabilidades, e incluso ciertos expertos predicen una tasa de tan solo alrededor del 3 %. Mientras que a lo largo de los últimos 40 años el crecimiento anual medio de China rondaba el 10 %, el ritmo ha caído por debajo del 5 % en el último trimestre de 2022. El crecimiento chino era del 0,4 % en el segundo trimestre de este año con respecto al mismo periodo de 2021.

Pekín está inquieta, como demuestra el hecho de que el pasado 15 de agosto el Banco Central chino haya rebajado los tipos de referencia para relanzar una demanda apática. La reducción es de 5 puntos básicos para los préstamos a largo plazo, que pasan del 3,7 % al 3,65 %, mientras que es de 15 puntos básicos para los préstamos a cinco años, que pasan del 4,45 % al 4,3 %.

Sin embargo, los riesgos siguen presentes. Son muchas las ciudades chinas, incluidas las que albergan centros de producción neurálgicos, que han seguido imponiendo medidas draconianas de confinamiento. Es lo que sucedió todavía el lunes 5 de septiembre en la ciudad meridional de Shenzhen, donde se ha vuelto a confinar a la población.

Quien hizo sonar la alarma realmente en el interior del país fue el fundador del gigante de las telecomunicaciones Huawei, Ren Zhengfei. En un documento confidencial filtrado a los medios, Ren subraya que este descenso de la economía nacional “la notará todo el mundo” en China. “La próxima década será un periodo histórico doloroso mientras la economía global está en declive”, afirma el patrón de Huawei en este documento interno del PCC. “En el pasado, la globalización fue nuestro ideal y nuestra aspiración era servir al conjunto de la humanidad. ¿Cuál es hoy nuestro ideal? Sobrevivir y ganar algo de dinero allí donde podamos. Desde este punto de vista, necesitamos ajustar la estructura del mercado y reflexionar sobre lo que podemos hacer y lo que debemos abandonar.”

Tan pronto como se dieron a conocer, estas palabras de Ren Zhengfei se hicieron virales en las redes sociales chinas, provocando reacciones de pánico entre más de 100 millones de internautas, antes de ser censuradas y retiradas, informa el diario japonés Nikkei Asia.

Retirada de inversores extranjeros

El desastre económico causado por la gestión de la pandemia también ha dado pie a la retirada de numerosos inversores extranjeros de China. Muchos de ellos están replanteándose actualmente la oportunidad de invertir en este país. Según la encuesta realizada todos los años por el US-China Business Council, el confinamiento de centenares de millones de personas y las restricciones impuestas a los viajes en el interior del país dificultan el funcionamiento de las fábricas extranjeras en China. De las 117 multinacionales interrogadas para esta encuesta, poco más de la mitad han contestado que ahora son “menos optimistas” con respecto al porvenir de sus negocios en este país.

Último ejemplo de un inversor decepcionado: el presidente del gigante automovilístico francés Stellantis. En el semanario Le Point expone las desilusiones de la empresa en China y declara el fin del sueño chino. “Desde hace cuatro o cinco años se ha politizado cada vez más la manera de hacer negocio en China. He notado un cambio de comportamiento de mis socios”, deplora Carlos Tavares. El presidente acaba de tener una amarga experiencia con la empresa asociada a Stellantis, el Guangzhou Automobile Group (GAC). Cansado de perder dinero en esta empresa conjunta a partes iguales, fundada en 2010, y que fabrica y distribuye vehículos de la marca Jeep en China (Cherokee, Renegade, Compass), el patrón de Stellantis intentó una maniobra. Tal como le autorizaban las nuevas normas chinas, solicitó adquirir el control de la empresa aumentando su participación en el capital hasta el 75 %.

Con ello esperaba mejorar las cuentas de la actividad aplicando sus propios métodos, que hacen de Stellantis uno de los constructores de automóviles más rentables del planeta. “Queríamos que esta empresa conjunta volviera a ser rentable”, afirmaba en sus declaraciones a Le Point en 2021. “Es impensable que una empresa como la nuestra no triunfe en China.” Sin embargo, el asunto acaba mal. “Nuestro socio chino se encargó de presentar un informe al Estado central en Pekín para el cambio de estructura accionarial. No lo hizo, por voluntad propia o aconsejado por las autoridades”, continúa Carlos Tavares, quien habla de una “ruptura de contrato y de la confianza”.

La lucha contra la covid-19 parece no tener fin en China. Todos los días, o casi, se anuncia el confinamiento de una nueva ciudad. Desde el pasado fin de semana han sido confinadas de nuevo varias decenas de millones de personas en el país y, en total, unos 100 millones de chinas y chinos todavía lo están, a pesar del escaso número de contagios registrados.

Amenaza de una crisis financiera sistémica

Además, la grave crisis por la que atraviesa el sector inmobiliario chino desde hace un año no deja de profundizarse también. Sin las ayudas del Estado, un tercio de los principales promotores inmobiliarios podrían entrar en suspensión de pagos de aquí a finales de año. Aplastados bajo montañas de deudas, una treintena de ellos han tenido que interrumpir las obras en curso. Resultado: el 40 % de los compradores todavía no han recibido las llaves de sus viviendas.

Sin embargo, estas últimas semanas se está viendo que estos propietarios ya no quieren permanecer de brazos cruzados. Después de haber agotado todos los recursos, muchos de ellos ya empiezan a manifestarse en las calles. Un millón han dejado incluso de devolver sus préstamos. A esto se añade que algunos bancos locales han quebrado, provocando la cólera de los ahorradores.

En realidad, esta crisis inmobiliaria no es más que la parte visible de un iceberg que refleja un endeudamiento colosal de China, que a su vez comporta la amenaza de una crisis financiera sistémica. Si esta se produjera, podría tener un efecto dominó en las economías de todo el mundo, ya que China es la segunda economía del planeta, detrás de la estadounidense.

Taiwán: ¿intimidación contraproducente?

Por otro lado, en el frente geoestratégico, las autoridades chinas han tenido que constatar que las amenazas de intervención armada en Taiwán y las numerosas operaciones de intimidación dirigidas contra la isla no tienen el efecto previsto, más bien al contrario, ya que en respuesta el sentimiento de la población taiwanesa es más favorable que nunca a la independencia de su isla.

Así, el New York Times informaba el 19 de enero pasado de un aumento regular del porcentaje de personas de la isla que se sienten taiwanesas y no chinas. Si bien más del 90 % de la población es originaria de China, la gente se siente más taiwanesa que nunca, asumiendo una identidad cultural diferente de la del continente chino. Este sentimiento se ha reforzado notablemente desde comienzos de año, con la multiplicación de incursiones aéreas y navales del Ejército Popular de Liberación (EPL) cerca de las costas de Taiwán y con el ascenso del autoritarismo en la China continental.

El pasado mes de enero, el 60 % de las 23 millones de habitantes de la isla se identificaban como taiwanesas y no chinas, o sea, tres veces más que en 1992, según los resultados de un sondeo del Election Study Center de la Universidad Chenchi de Taipei, citado por el diario estadounidense. Hoy, tan solo el 2 % de las personas interrogadas se identifican como chinas, frente al 25 % de hace treinta años.

Otra consecuencia: el presupuesto militar de Taiwán para 2023 alcanza la suma récord de 523.400 millones de nuevos dólares taiwaneses (16.821 millones de euros), lo que supone un aumento del 14,9 % con respecto al de 2021. Esta presupuesto todavía ha de ser aprobado por el parlamento taiwanés. Según el ministerio de Defensa en Taipei, 446 aviones chinos, en zu mayoría cazas, han penetrado en agosto en la zona de identificación de la defensa aérea de Taiwán, bastante más que las 380 incursiones chinas registradas en todo el año 2020.

A su vez, EE UU anunció el 2 de septiembre una venta de armas récord a Taiwán por un importe de 1,100 millones de dólares. Desde 2010, EE UU ha vendido armas a la isla por valor de más de 35.000 millones de dólares. Estas ventas son “esenciales para la seguridad de Taiwán y seguiremos trabajando con la industria de defensa en pos de este objetivo”, explicó un portavoz del departamento de Estado.

Como de costumbre, Pekín ha exigido que Washington “revoque inmediatamente” estas ventas de armas, “no sea que afecten todavía más a las relaciones con EE UU y a la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán”, declaró un portavoz del ministerio chino de Asuntos Exteriores. Esta declaración se basa en una retórica utilizada a menudo por las autoridades chinas.

Vínculos peligrosos” con Rusia: la amenaza de sanciones occidentales

Otro expediente más que está al rojo vivo: las Nuevas Rutas de la Seda. Este proyecto faraónico anunciado por Xi Jinping en 2013, un año después de su acceso al poder, prevé la construcción de un gran número de puertos, aeropuertos, vías férreas y otras infraestructuras en los países emergentes. La quiebra de Sri Lanka, aplastada por sus deudas, en particular con bancos chinos, ilustra el lado oscuro de este proyecto, que ha hecho caer a numerosos países en la tristemente célebre trampa de la deuda. Incapaces de reembolsar lo que deben, estos países se ven ahora obligados a ceder a China en régimen de arrendamiento enfitéutico de 99 años de duración las infraestructuras financiadas por Pekín, lo que implica para ellos la pérdida parcial de su soberanía.

En respuesta a estas quiebras en cascada, la Unión Europea y EE UU han anunciado su propio programa de ayudas al desarrollo con destino a los países de África y del sudeste de Asia, en competencia con China. El programa europeo asciende de momento a 600.000 millones de dólares. ¿No llegan demasiado tarde frente al programa chino, que ha seducido ya a más de 150 países ? “La sinomanía lleva a nuestros actores políticos a tomar decisiones apresuradas”, explica Terence Wood, investigador del Development Policy Center, un laboratorio de ideas australiano, citado por Asia Nikkei. Para este investigador, algunos países socios de China entienden estas iniciativas como fruto de una reacción política a lo que se percibe como una amenaza china, más que como un verdadero plan de ayuda desinteresada.

Otro artículo de la revista japonesa, publicado el 22 de agosto, enumera las terribles consecuencias que tendrían para la economía china las eventuales sanciones occidentales contra este país si va demasiado lejos en su ayuda a Rusia en plena invasión de Ucrania. Según un estudio del Consejo de Estado chino, realizado el pasado mes de abril y cuyo texto se ha filtrado a la prensa japonesa, estas sanciones tendrían un efecto “dramático para China”, que “retornaría a una economía planificada aislada del mundo. Habría entonces un grave riesgo de crisis alimentaria” debido a los reveses causados por las sanciones, con interrupción de las importaciones de productos alimenticios básicos.

En particular, el freno a las importaciones de soja provocaría una crisis en las cadenas alimentarias chinas, que dependen en gran medida de la soja, mientras que la reducción o suspensión de las exportaciones tendrían consecuencias graves en términos de ingresos financieros, continúa el documento de Pekín. China importa el 30 % de sus necesidades de soja de EE UU. La producción nacional de soja representa menos del 20 % de la demanda interior, según el periódico. La soja es esencial para la producción de aceites alimenticios y para la alimentación del ganado porcino, que suministra el 60 % de la carne consumida por la población china.

Una crisis alimentaria podría dar pie a su vez a una inestabilidad social, qui constituiría una amenaza directa para el PCC, considera Nikkei Asia. “El alza de los precios de la carne de cerdo es de naturaleza política, porque por efecto de contagio afectaría también al precio de la carne vacuna y aviar”, reavivando el recuerdo de una crisis alimentaria que China vivió en 1989, explica un empleado no identificado de una agencia bursátil china citado por el periódico.

Aquel año, la masacre de la plaza Tiananmen dio lugar a un alza muy pronunciada de los precios, que según los cálculos se situó entre el 20 y el 30 %. Aquella crisis llevó a las autoridades a imponer a las empresas del sector cárnico una reducción de sus precios, cuyo aumento había alcanzado el 40 % en un mes a partir del 4 de junio de 1989.

08/09/2022

Asialyst

Traducción: viento sur

*Pierre-Antoine Donnet: Periodista francésEditor jefe de laAgence France-Presse(AFP), hasta 2018, trabaja en el sitio Asialyst desde 2020. Especialista enChinaalláTíbet, son autor deTíbet vivo o muertoCuando China compra el mundo . es hijo del quimicoJean-Baptiste Donnet(1923-2014).

Fuente: viento sur

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