30NOV23
Por PABLO SOLANA*
De cómo una interna futbolera local trasciende y nos ilumina en tiempos de traspiés y falta de claridad.
Tal vez voten en Boca –cuando se destrabe la trampa macrista– cerca de 50.000 socixs, bastante más del récord de participación de 2019, cuando votaron 38.300. Son las elecciones de un club de fútbol más concurridas del país: en River, el otro grande, en 2021 fueron a votar 20.000 (y también fue record para ese club). A nivel mundial, Boca ranquea alto también en participación de sus socixs: parece ser que solo el Barcelona logra elecciones más masivas, con 57.000 votantes (en la Bombonera dicen que Román va también por ese objetivo: superar al Barsa y convertirse, ahora o en la próxima elección, el club con mayor participación popular del planeta).
Aunque destacadas en el mundo fútbol, no dejan de ser cifras modestas en comparación con el peso político que logran los dirigentes que se coronan al frente de instituciones deportivas de trascendencia nacional e internacional. En la política estatal, con los votos que requieren ahora Macri o Riquelme para ganar, apenas lograrían la intendencia de Cañada de Gómez en Santa Fé o Caucete en San Juan.
Macri es quien mejor conoce esa desproporción, que tan bien supo capitalizar a su favor: ganó la presidencia del club en 1995, cuando votaban apenas 8.000 socixs. Le alcanzó con una inversión de dinero moderada para propagandizarse y lograr el apoyo de 4.400 voluntades; así logró quedar al frente de la institución deportiva que, de la mano de talentos futbolísticos indiscutibles como Palermo, Bianchi y el mismísimo Román, lo catapultaron a las primeras filas de la política nacional (aquellos 4.400 votos con los que ganó la presidencia del club no le hubieran alcanzado ni siquiera para ser concejal de la ciudad).
Pero aquí estamos: 2023; 40 años de elecciones continuas en el país del no me acuerdo; con un desquiciado ultraneoliberal por asumir la presidencia de la Nación; con Macri atrás de todo, ya de vuelta de todo, pero aún activo, con la capacidad de daño intacta.
Que en este momento de la historia, con un gobierno en sus manos por formatear, con la tranquilidad de mantener a su primo a cargo de la ciudad de los negocios millonarios y con un lugar ganado en la FIFA a fuerza de amistades y negociados con jeques y mafiosos, Macri haya vuelto a poner el foco en Boca, en unas elecciones que podría ganar con menos de 30.000 votos pero que aun así no podría ganar, dice bastante más de lo que está en juego en el país que de lo que está sucediendo puertas adentro de un club que, aún atravesado por estos fuertes intereses, se resiste a perder su esencia social.
Detengámonos en ese hecho, que condensa todo lo que gira en torno a esta gran pulseada: Macri, líder de la lista que lo lleva como candidato a vicepresidente, aun cuando decidió jugar con toda la maquinaria mediática y judicial que maneja como a títeres, aun decidido a embarrar la cancha y sembrar todo el caos necesario hasta verse finalmente beneficiado, aun así, no puede ganar. Si se hacen las elecciones como está previsto, pierde. La maniobra judicial impugnatoria de la fecha de votación no hace más que confirmar esa certeza. Pero la impotencia democrática no lo detiene. Esto es así por un hecho sencillo, profundo, de fondo: la democracia no es un valor, no es parte de las reglas de juego para su proyecto, sabe que no tiene por qué ceñirse a ella, no la va a respetar.
Ni en Boca, ni en el país.
En esa certeza confluyen las diversas aristas de todo lo que viene sucediendo. El bastardeo de la voluntad popular se manifiesta en la suspensión de las elecciones del club que debían realizarse este próximo domingo, y seguirá –si logra imponerse– con la conversión del club en Sociedad Anónima Deportiva, una voluntad manifiesta por el propio Macri, por su gatito mimoso Milei y por el puñado de jeques y delincuentes internacionales como aquel que pidió por “el 9 de Qatar”. Ahora Macri quiere a Boca no porque necesite visibilidad, como sucedió hace 30 años; ahora quiere retomar el control del club para privatizarlo, para darle un nuevo golpe a lo que quede de bueno en las dinámicas de participación social. ¿Que la mayoría de lxs socixs y el 99% de los clubes está en contra? Ya nos queda claro: les resbala la voluntad popular. Es más: les excita confrontar a las mayorías. Cuanto más grande el desafío, más violentos se pondrán.
La resistencia, en este caso, vuelve a hablarnos más de la realidad nacional que del club en particular. Es cierto que una mayoría de socixs apoya a Riquelme, y que incluso una masa no despreciable está dispuesta a movilizarse, como sucedió la noche de la suspensión de las elecciones en las afueras del estadio. La impunidad macrista desató, además, una emotiva corriente de simpatías de fanáticos de diversos equipos rivales –multitud de hinchas de River entre ellxs– que hicieron explícito el apoyo a la cruzada que lleva a cabo Román. Si esa resistencia antineoliberal tiene todavía expectativas de victoria (a contrapelo de lo que viene sucediendo en casi todos los demás órdenes de la vida y la política nacional), es en gran medida por el líder que la encabeza.
“Román está enfrentando más a los poderosos que cualquier político”, se entusiasmaba un militante bostero en las inmediaciones del estadio el día del banderazo. “Que sepa Macri que no todo tiene precio”, decía un cartel hecho a mano por un pibe en la misma movilización”. “Nunca seremos empleados de ellos”, es la consigna elegida por la agrupación Boca es Pueblo para empapelar el barrio como parte de la campaña por Riquelme (en circunstancias distintas, pero con palabras muy similares, lo mismo dijeron sobre Macri el Diego y Román).
Juan Román Riquelme supo ser un pibe de potrero de Don Torcuato; humilde, sensible y con conciencia de su origen, se muestra desde lo personal como la contracara nítida de un Macri millonario, soberbio y arribista. Como dirigente popular Román no cuenta con muchos recursos retóricos al hablar, pero sí con una profundidad conceptual desafiante como el que más. Se lo escucha honesto como pocos cuando dice que su pasión es el club, que Boca es de los hinchas y que va a defender esa condición con su vida. Los resultados futbolísticos no lo acompañaron del todo (en Boca no alcanza con llegar a la final de la Libertadores, es condición necesaria ganar); el plantel actual es mediocre y con horizontes futbolísticos poco claros (de nuevo: las inferiores van bien y son fundamentales, pero el hincha de Boca siempre buscará la competencia internacional). Para más, Boca necesita de manera urgente un estadio ampliado que permita mejores posibilidades a sus socixs, algo que hoy podrían resolver de mejor modo los petrodólares qataríes que ofrece Macri (a cambio de privatizar), sobre lo que Román en estos 4 años al frente del club no acertó a dar respuesta. Es decir: en lo concreto de su gestión, hay puntos notorios por donde el hincha de Boca lo puede criticar, y así lo hace. Pero por encima de eso parece haber algo más: la valoración de la lealtad, de la sinceridad, de la identidad. En el caso de Román, además, esos valores se mixturan con una rebeldía silvestre respecto al poder, algo que hace rato no ofrece la política que busca representar al campo popular.
Lejos de romantizar el “honestismo”, hay algo ahí que la “gran política” –sobre todo la política que se pretende popular–, debería saber imitar.
Frenar a Macri en su ofensiva antidemocrática y privatizadora contra Boca se convirtió ya en una causa nacional. En el trazo más fino, aprender del estilo de conducción de Riquelme, de su valentía y su lealtad a las bases que representa, es una tarea que debería interpelar al conjunto del movimiento popular. Lo que está en juego en las elecciones de un simple “club atlético” es una causa nacional, pero sobre todo popular.
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* Pablo Solana: es columnista de la Revista Lanzas y Letras y editor en La Fogata Editorial (Colombia)
Fuente: Tramas- PERIODISMO EN MOVIMIENTO
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La encargada de Javier Milei para Educación, una nostálgica del golpe de 1976

/28 de noviembre de 2023.
María Eleonora Urrutia, la ultraliberal que niega la dictadura
La abogada parece ser un enlace entre Alberto Benegas Lynch (el mismo que pidió romper relaciones con el Vaticano) y el propio Milei. Su vida en Chile y sus lazos familiares: está casada con el ministro de Hacienda de Augusto Pinochet. La defensa que hizo del gobierno genocida comandado por Rafael Videla.
María Eleonora Urrutia es la elegida por Javier Milei para encarar la transición en el área de Educación. Como se sabe, la cartera educativa quedará abarcada dentro de un megaministerio de nombre empresarial, Capital Humano, donde quedaran también Salud, Trabajo y Desarrollo Social. Sandra Pettovello estará a cargo de este ministerio y todo apunta a que Urrutia sería, como secretaria, la máxima autoridad educativa del país.
Nacida en Mendoza, como buena parte de los cuyanos tiene vínculo con Chile. En su caso, familiar. Está casada con Hernán Büchi, el ministro de Economía de Chile entre 1985 y 1989 y candidato del oficialismo en las presidenciales de ese último año. El oficialismo era la dictadura de Augusto Pinochet.
La virtual secretaria de Educación es abogada y está vinculada a la Universidad del Desarrollo en Chile. La UDD nació en 1990 y es una usina de ideas neoliberales. Urrutia se ha desempeñado allí como investigadora. Además, tiene un máster en Economía y Ciencia Política de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Es el instituto universitario creado en 1978 por Alberto Benegas Lynch (h), el “prócer del liberalismo” según el próximo presidente. Bengas Lynch (h) sería, pues, el nexo entre Milei y Urrutia.
En defensa de la dictadura
Un elemento que muestra la profesión de fe de Urrutia en “las ideas de la libertad” es su mirada abiertamente negacionista respecto del terrorismo de Estado en la última dictadura militar. La revista chilena El Líbero publicó en 2018 un artículo firmado por ella, en ocasión del 42° aniversario del asalto al poder.
“La pacífica sublevación militar que destituyó al gobierno de Isabelita gozó de un apoyo irrestricto de parte de todos los partidos políticos, personalidades y estamentos de la sociedad civil de todas las ideologías”. Conviene precisar que el golpe militar no fue cruento en cuando al desalojo del gobierno constitucional: apenas se desvió el rumbo del helicóptero que llevaba a María Estela Martínez de Perón. Pero las formas se agotaron inmediatamente y comenzó una represión que dejó 30 mil desaparecidos.
“Durante los días previos al 24 de marzo, las declaraciones de personalidades y las notas de los diarios reflejaban el clima de terror y el pedido de cambio de gobierno”, sañala en su texto, al tiempo que cita declaraciones de dirigentes en favor del golpe, como si eso lo justificara. Más adelante se explaya en derredor de la teoría de los dos demonios respecto de una “guerra interna”.
Cuando llega a la reapertura de los juicios, dice lo que sigue: “Al asumir Néstor Kirchner decide reimpulsar estos juicios – por venganza, por armar un relato, por un acuerdo con la extrema izquierda, da igual. El hecho es que estos juicios que estaban cerrados, con el problema solucionado desde punto de vista legal, institucional y constitucional y que habían pacificado al país – con tensiones, pero ningún país sale de una guerra civil sin tensiones – se re abren”.
Urrutia llega al extremo de afirmar que la dictadura no cometió delitos de lesa humanidad, “porque no habían leyes vigentes al momento de los hechos que contemplaran el crimen de lesa humanidad”. En rigor, puede referirse al derecho interno argentino, que adoptó los tratados internacionales con rango constitucional en la reforma de 1994. Pero en los hechos, ya había jurisprudencia en la materia desde el fin de la Segunda Guerra para referirse a los crímenes del nazismo. Para entonces, y en base a la lucha contra la impunidad turca en la masacre de armenios de 1915 a 1923, Raphael Lemkin ya había acuñado el término “genocidio”.
La funcionaria mileista considera que en los 70 hubo “un ataque deliberado y sistemático a Montoneros, al ERP y a organizaciones de menor envergadura” sin considerar a la población civil, y que “ese ataque estuvo mal llevado, con irregularidades graves, con procedimientos inaceptables” que no constituyen delitos de lesa humanidad “porque no fue ataque a población civil sino a población combatiente”.
“Aborrecible revancha”
Acto seguido, asegura que “el gobierno militar del Proceso de Reorganización Nacional cometió errores y horrores en el marco de la guerra civil desatada por el terrorismo marxista, pero en absoluto estos fueron en la proporción ni en la dimensión que pretenden endilgarles sus enemigos”. No habla de dictadura, niega la magnitud del horror y desprecia los avances jurídicos en base a “que debe prevalecer la norma que le resulte más benigna (se refiere al reo), como también que nadie podrá ser juzgado dos veces por un mismo crimen y el de la irretroactividad de las leyes”. Todo en defensa de quienes violentaron el orden jurídico, y que ahora, según ella, sufren “la paradoja de convertir esa categoría de delitos de indudable progreso humanitario en mero instrumento de persecución ideológica, de arbitraria discriminación y hasta de aborrecible revancha”.
Sobre la base del apoyo civil menciona a embajadores de origen político como “el radical Héctor Hidalgo Solá” en Venezuela, sin aclarar que el diplomático está desaparecido. Y añade esto: “Asimismo, el Partido Comunista emitió proclamas de apoyo al gobierno. Tan así que ésta fue la primera gestión cívico-militar que no prohibió ni declaró ilegal al polémico partido”. Tan cierto como la postura del PC hacia Videla (al que no considerabann un general del ala dura) es el hecho de que no se permitía la actividad política de ningún partido político durante la “gestión cívico-militar” y que también hay desaparecidos del “polémico partido”.
El artículo se titula “La verdad oficial sobre la última dictadura militar argentina” y parece dudoso que haya sido Urrutia quien usara la expresión “dictadura militar”, en un texto en el que no aparece la palabra “dictadura” y en el que habla de “la gestión del Presidente Videla”. La edición no habría impedido que se trate de una pieza negacionista de punta a punta.
Fuente: Resumen Latinoamericano
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Gerardo Werthein: un amigo de Daniel Scioli será el nuevo embajador de Milei en EEUU
El poderoso empresario organizó la gira del libertariano por Estados Unidos. Conocé la trayectoria de los Werthein, desde el apoyo a Martínez de Hoz a la amistad con Scioli y el apoyo al gobierno de Cristina Kirchner. Sus relaciones con Estados Unidos e Israel. Un ejemplo de los empresarios que viven de la “teta del Estado”, gobierne quien gobierne.
El nombre de Gerardo Werthein está casi puesto en la Embajada de Argentina en Estados Unidos. El “empresario exitoso”, como lo citan los medios, organizó la gira de Javier Milei por Estados Unidos. Consiguió el lujoso avión que llevó la comitiva de LLA y también al embajador Marc Stanley. Cristina Kirchner amenaza rechazar su pliego como embajador. Pero dejemos los titulares rimbombantes de lado y conozcamos la verdadera historia de uno de los nuevos y poderosos integrantes del nuevo gobierno.

Medalla de oro en negocios con los gobiernos de turno
Gerardo Werthein siempre quiso que el camino de su fama llegue por sus logros en el mundo del deporte y los negocios, no de la política. Al menos hasta ahora. Pero la realidad es que sus empresas siempre dependieron de sus relaciones con los gobiernos de turno.
Más abajo contamos la turbia trayectoria de su familia. Pero Gerardo tiene sus propios méritos. En 2009 se convirtió en presidente del Comité Olímpico Argentino. Su amistad con Daniel Scioli fue clave para ese “prestigioso” cargo. Mientras hablaba del “deporte amateur”, dedicaba sus días a dirigir algunas empresas de la familia. Entre ellas la Telecom privatizada. Néstor Kirchner no quería reestatizar el servicio, sino que las multinacionales repartan el negocio con la “burguesía nacional”. Los Werthein fueron durante años aliados del gobierno en la rosca con Telecom Italia y Magnetto (Clarín). Como gesto, Gerardo trajo a Bill Clinton a sacarse una foto con Néstor y Cristina, para “deschavizar” un poco la imagen del gobierno.
Al final “los W” arreglaron con los “tanos”. Pero no quedaron rencores. Ni siquiera cuando Gerardo financió, junto a Techint, la campaña de Daniel Scioli para competir en las elecciones de 2011. Gerardo conseguía la plata y el que operaba era Alberto Fernández. Las cosas de la vida.
El flamante embajador puso a C5N, el medio que compartía con Daniel Hadad, al servicio de las candidaturas de Frente Para la Victoria. En su propio canal dijo que “la mejor candidata es Cristina Kirchner porque es quien está llevando las riendas del país y lo está haciendo muy bien” (21/3/2011).

Con la tranquilidad de una buena relación con el peronismo, “Los Werthein” siguieron creciendo en sus negocios: telecomunicaciones (Telecom, DirectTV, TyC), energía (Vista Oil & Gas), alimentos, constructoras, salud, seguros (Experta) y ganadería. Pero también buscó ganar prestigio con sus “desinteresadas” gestiones olímpicas. En 2013 “logró” que Buenos Aires sea nombrada sede de los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018.
En 2015 Gerardo fue por la revancha. Apoyó la campaña de su amigo Scioli para las presidenciales de ese año. En la última semana de campaña organizó un acto con varios deportistas olímpicos para que el candidato del FDT se muestre. Dicen que Macri nunca le perdonó esa foto. Pero el malestar no les impidió seguir haciendo negocios en ese gobierno también.

Para entender cómo, a pesar de esos chispazos, Gerardo y su familia siempre se mantuvieron cerca del poder, hay que remontarse un poco más atrás.
Breve historia de una familia con mucha ambición
“¿Cómo te va Julio? –saludó cariñosamente Cristina a Werthein, del grupo Telecom, en un atolladero de trajes italianos que la rodearon apenas concluyó su alocución”. Así relata el diario Página 12 el encuentro que tuvieron el 8 de agosto de 2007 la entonces candidata a presidenta y la crema del empresariado del país. “´Si hace lo que propone vamos a ser todos felices´, piropeó Julio Werthein a la candidata Cristina Fernández”.
Para entender semejante amabilidad hay que saber quién era Julio Werthein, padre de Gerardo y padrino de la familia, fallecido en 2013.
Una anécdota lo pinta bastante. “Debo señalar con énfasis la misión que, a pedido del entonces Ministro de Economía José Martínez de Hoz, cumplimos en EE.UU. Debíamos resaltar el cambio producido en el país después del golpe de Estado…cooperando con Martínez de Hoz en propagar nuestro optimismo”. Las palabras pertenecen al libro de “memorias” de Don Julio, padre de Gerardo, Leo y Adrián. El “padrino” de la familia. Los Werthein, como parte de la Asociación de Bancos y a la Bolsa de Comercio, apoyaron la gestión de Videla-Martínez de Hoz. Cereales, carnes y finanzas, la política económica de la dictadura parecía hecha para ‘los W’.
Como gentileza por los favores recibidos, dos de las empresas familias, el Banco Mercantil e IVA Textil Lanera, fueron favorecidas con la estatización de la deuda privada de Domingo Cavallo (1982). Estamos hablando de cientos de millones de dólares.
Luego tuvieron una excelente relación con gobiernos peronistas como el de Carlos Menem. En los 90 se quedaron con La Caja de Ahorro y Seguros, que les permitía recaudar y manejar millones de pesos. No todo fue tan “legal”. Quedaron involucrados en causas de lavado de dinero con Raúl Moneta. Exterbanca -el banco offshore de la familia- fue por donde pasó buena parte del dinero de los envíos ilegales de armas a Croacia y Ecuador. Con el Banco Mercantil terminó siendo parte del escándalo del “corralito”. Unos parásitos bastante “audaces”.

Ni patria ni partido
Podemos decir que el viaje de Milei y Gerardo, más allá de las diferencias del tipo de gobierno, muestran que el afán de los Werthein por fomentar los negocios (léase saqueo) de Estados Unidos con Argentina vienen desde hace décadas. También con Israel. Los patriarcas de la familia fueron jefes del Banco Israelita del Río de la Plata y dirigentes de la DAIA. Quizás por eso la gira norteamericana de la derecha tuvo una importante visita al lobby sionista.
Hoy Gerardo podrá compartir el “cuerpo diplomático” con su amigo Daniel.
Está claro. Todos los gobiernos los vendieron como parte de ‘la nueva burguesía nacional’. Pero no son nuevos ni nacionales. ‘Los W’ no tienen patria a la hora de hacer negocios. La única que reconocen como propia es la patria financiera, la patria contratista, la patria sojera. Don Julio presidió el Consejo de Relaciones con EE.UU, la Cámara de Comercio Argentino-Israelí y la Cámara de la Producción Argentino-China. Con el imperialismo yanqui, el lobby sionista o la burocracia restauracionista, sólo se trata de hacer ‘buenos negocios’.
Lo mismo podemos decir de la política. Con el peronismo, el macrismo o los liberfachos, los Werthein son el símbolo de los empresarios parásitos que se enriquecen a costa del saqueo del país y el empobrecimiento popular. Por eso sorprende que algunos medios “progres” se acuerden solo una parte de la historia del nuevo embajador.
Hay que preparar la resistencia contra Milei y sus socios.
Fuente: la izquierda diario
Tomado de: ContrahegemonáaWeb
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