
24 jun. CI.- Andrés Lozano* Hace décadas era imposible imaginar a una persona trans liderando un evento; sobre todo en algún lugar supuestamente importante y acostumbrado a recibir a las dichosas élites burguesas. Sin embargo, hoy en día, Drag Queen, Vogueras y “travestis” se toman los escenarios, las cámaras, las luces y la atención.
No ha sido un recorrido fácil, pero esas personas minorizadas y marginalizadas durante décadas tienen una voz cada día más potente; una que, desde hace tres años, retumba en los pasillos del teatro más grande de Bogotá.
La lucha por la liberación sexual y de género, desde la década de los 60 con el recién establecido “movimiento gay” -nombrado así hasta los 90, cuando nació el acrónimo LGBT+-, y de la mano de la naciente cultura Ballroom, llegó hasta nuestros días para trans-formar millones de realidades. Si bien son incontables las muertes que ha tenido que llorar el movimiento “de la diversidad” para llegar a donde está, ese es uno de sus motores para seguir luchando. Lo mejor es la lucha de estas personas no solo es el tropel, las arengas y puños en alto, también desde las cuerpas con arte, pasión y performance.
La Noche y las Luciérnagas. Cortesía Juan Camilo Herrera Velázquez
Ballroom y la transformación en la séptima:
Era miércoles 31 de mayo del 2023 a la 1:00 de la tarde, el día estaba medio gris, algo típico en Bogotá. Yo me encontraba sobre la carrera séptima con calle 22 frente al emblemático Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán, que se preparaba para recibir la séptima edición de La Noche y las Luciérnagas, uno de los eventos de Drag y transformismo más grandes del país.
La gente se iba amontonando alrededor de la entrada y pronto empezaría la primera parte del espectáculo: El Banquete Kiki Ball, un espacio de competencia de baile, fantasía y modelaje propio de esta población. Así inició la apertura de esta muestra artística liderada por la Facultad de Artes de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB).
La cultura Ballroom surgió como un espacio para canalizar muchos sentimientos, normalmente producto de la discriminación, y para encontrar un refugio, un nuevo hogar e incluso, una nueva familia. Es una apuesta artística que encontró sus orígenes desde finales del siglo XIX, pero que no se estableció sino hasta la década de los 60.
Es todo un espectáculo alusivo a las corporalidades y el drama que definían a sus fundadoras, las mujeres trans y trabajadoras sexuales. Allí participan diferentes familias, llamadas Casas, e individualidades nombradas 007, que compiten en diferentes categorías y por medio de distintos lenguajes a modo de rechazo, crítica y burla de esos espacios de los que eran comúnmente excluidas por ser mágicas, locas, negras, latinas, putas o travestis.
La Noche y las Luciérnagas. Cortesía Juan Camilo Herrera Velázquez
No pasó mucho tiempo cuando empecé a escuchar los “¡Hah!”, lanzados por espectadores, cuando quienes competían, hacían un Dip en Vogue Femme, una de las categorías de competencia en este evento; un espacio realizado en medio de la presión y el afán institucional de la logística del teatro, según comentó Ruda, la artista Drag Non-binary y lideresa estudiantil a la cabeza del Ball.
Como jueces, estaban tres personas consideradas importantes para la comunidad Ballroom y que han marcado un recorrido notorio: Abi, que fue madre de una de las casas más importantes de la escena colombiana, la ya cerrada House of Abismal, y que también trabajó en diferentes ocasiones con la clase de la que sale este evento: El semillero de Dinámicas del Arte Contemporáneo en Colombia. Neni Nova, madre de la House of Nova y un gran referente en el activismo para las personas no binarias. Finalmente, estaba Arcana, una persona que lleva muchos años en el Ballroom y que resultaba muy relevante al tener experiencia en la estética del Bizarre.
Estas tres personas evaluaban la técnica de baile de les participantes que llevaban una estética encima: El amor y los griegos. Una temática que, además de la homosexualidad que representa, decidieron abordar a causa de diferentes violencias que estaban viviendo algunas personas de la mesa de trabajo y que desarrolló el semillero a partir de un clásico diálogo de Platón que, en palabras del profesor que dirige el proyecto, Jorge Peñuela: “Crear diferentes personajes, miradas y perspectivas para hablar del amor, pero como eran muchas aristas que invitaban a hacer un elogio de este, la idea para esta edición era hacer un acercamiento y hablar de su importancia, además de dar un poco del contexto actual y de la voluntad de paz que algunas personas tienen”.
La tarde seguía y, para las 2:00 de la tarde, podía verse una carrera séptima que yo diría que representa a una gran parte de lo que se ve de gente en Bogotá: las señoras de las chazas vendiéndole cigarros a las dragas con tacones de 20 centímetros, los emboladores de zapatos con los oficinistas, los vendedores en las tiendas, con las familias que iban a darse un septimazo -porque por más miércoles que fuera esa calle no duerme-. Los grupitos de punks sentados sobre el anden fumando, algunos cuantos artistas callejeros con sus bafles a toda y un tumulto de gente alrededor, los vendedores de uno que otro puesto de pulgas y, bueno, el turista gringo, o de donde sea -esos nunca faltan-.
La Noche y las Luciérnagas. Cortesía Juan Camilo Herrera Velázquez
En las vallas de la entrada al teatro cada vez había más gente de todas las edades, orientaciones sexuales y demás, mientras performaban artistas que se “lanzaron” a la competencia. Por más de que se sentía un aire de disputa, la hermandad mostraba esa mencionada “voluntad de paz” que brota de este evento, pues la construcción de comunidad es una de las apuestas de La Noche y las Luciérnagas, pero tejer sociedad es una labor bien complicada para cualquier población.
Según me contó Ruda, unas tardes después, mientras estábamos en una banca de la plaza central de la ASAB, la organización del Ball fue toda una odisea en que la salud mental suya se deterioró y la frustración se hizo presente.
En palabras suyas: “Todo fue una gestión de presupuestos superenredada y tuve muchas crisis de ansiedad porque siempre está la burocracia. Nos pedían una cantidad de documentos de los cuales nos excluían, a nosotras, las personas disidentes. Nos pedían cosas como cuenta bancaria, RUT y EPS, pero ni yo tengo algo de eso, y para mí como directora técnica, tener que pedir eso a mis compañeres y saber que muches no han terminado el bachillerato, me hacía muy difícil entablar discusiones con las figuras de la institución, porque simplemente decían que el protocolo era así de cuadrado”.
Las ganas de esta persona por seguir aportando a La Noche y las Luciérnagas, por más fuerte que sea el cansancio, vienen de una serie de problemáticas que se evidencian en esta comunidad y que muy pocas personas ven. Según la lideresa estudiantil: “No notan que en Ballroom, hay personas con unos contextos socioeconómicos muy bajos y eso repercute en que no culminen sus estudios básicos, lo cual es fuerte porque la educación es transversal a todo: a las relaciones, la economía, entre otras cosas. Es triste porque una ama, pero hay crisis socioeconómicas”.
Como aporte a lo anterior, aunque no se pueda cobrar un cover, con este evento se consigue proyectar las carreras profesionales de personas como la de quien estuvo al frente de la música del Ball.
“Dj Tao me pareció muy interesante porque no hay muchas cuerpas asignadas femeninas al nacer y que se la manden en esos roles de DJ. Solo con tocar en el JEF se puede impulsar mucho en lo económico y profesionalmente porque esa es la intención: no darles los mismos lugares a las mismas personas, sino a quienes están emergiendo”, agregó Ruda.
La Noche y las Luciérnagas. Cortesía Juan Camilo Herrera Velázquez
Si bien para muchas personas vivir del arte es simplemente una tragicomedia, según lo que nos han dicho durante años, lo cierto es que habitar y comer de ello es una realidad mucho más compleja de lo que parece.
Por un lado, hay que tener en cuenta que muchas Vogueras, Drags y artistas no tienen la oportunidad de cobrar por su “mariqueada”. Según la encargada del Banquete Kiki Ball, Ruda: “No muchas se cuestionan que bailan, trepan, producen, crean un personaje espectacular y bailan en tacones en cualquier tipo de piso, -porque uno las ve hasta en un Ball en el Portal de Suba pelando las rodillas- pero no tienen dinero y están estresadas porque tienen hambre en muchas circunstancias, además de que son espacios costosos, la producción siempre es nocturna y toca pagar un Uber a las 3:00 de la mañana, y entonces muchas se tienen que ir al parque de los hippies a amanecer”.
Lo anterior es un ejemplo de lo necesario que es reconocer el trabajo artístico que significa el Drag, una labor que se ha ejercido en el país desde hace unos 40 años; desde las épocas de los 80 y 90, cuando la transformista Madorilyn Crawford aparecía en los shows de televisión de Pilar Castaño.
Madorilyn, que más allá de aparecer en aquellos programas de antaño, también dio de su arte a La Noche y las Luciérnagas.
Ella, quien ha hecho historia, afirma: “Hay que convertir esto en oportunidades con acceso a diferentes escenarios como festivales, la televisión y la Internet. Una vez dominemos eso, podremos empezar a pensar en una transformación, tanto para la población LGBT+, como para la sociedad en general. Cuando tengamos un lugar, por ejemplo. En los medios de comunicación, podremos hacer uso de mensajes porque, por más de que nuestra voz siga presente, no podemos regalar nuestro arte y mucho menos lo harán las generaciones venideras”.
Las décadas han pasado, el panorama del transformista ha cambiado y es momento de que empiece a dignificarse esta labor. Como diría Ruda, “Si una tiene un trabajo estable, una planifica, proyecta estudiando y superándose, pero es muy triste que muchas no tienen con qué comer”.
De otro lado, porque la historia aún no acaba, más allá de lo económico, que a fin de cuenta apenas es la tapa de la olla, hay un tema de fondo: las instituciones aún no reconocen la identidad de la gente y esto afecta psicológica, social y personalmente el desarrollo de muchas, muchos y muches. Romper con los paradigmas del binarismo de género es un aprendizaje social que debe llegar lo antes posible, pues esto tiene relación, incluso, con la violencia simbólica que se vive en una tienda de ropa, al decir “sección exclusiva para mujeres”.
La Noche y las Luciérnagas. Cortesía Juan Camilo Herrera Velázquez
Ruda, mientras aún seguíamos en una banca y tomando tinto, anunció: “Me siento incomprendida por el formato de vida o de ciudadana que quieren, porque es algo en lo cual yo no quepo; no quepo en la estructura del nombre civil o de mi género visto solo como masculino o femenino”. (…) Después dijo: “esto me está matando psicológicamente, me está costando anímicamente y estoy supercontenta y concentrada, trabajando en lo que amo, pero venir a una institución, es a que me cierren la puerta en la cara diciendo que no me pueden dar un salón de estudio porque sencillamente no quieren”.
Ante estos escenarios hostiles, donde prima la discriminación y la rigidez de la burocracia -siempre la maldita burocracia segregando gente- es que en nuestro querido platanal emergió la cultura Ballroom hace unos ocho años. Claro, son años en que se ha venido construyendo con las uñas y las pelucas, pero poco a poco se va complejizando y puliendo en red.
“Es momento de empezar a construir comunidad y de que dejemos de ver al Ballroom como el espacio, de solo ir a bailar y recogerse, porque estamos en este mundo tan lleno de exclusión, que sería muy rico estar en un entreno y sentirse acompañade. Lo digo porque durante mucho tiempo me sentí sole en mis primeros años. Mucho tiempo después me di cuenta de que yo era la única que estaba caminando por las machorras, las mujeres masculinas y las figuras que rompen con lo hegemónico al tener en cuenta que estamos en un contexto bogotano y rolo”, finaliza Ruda.
*Andrés Lozano: es comunicador social y periodista. Colaborador de Colombia Informa
Fuente: Colombia Informa
CI AL/FC/24/06/2023/13:30
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