HISTORIA, ALBERT PORTILLO- Joaquim Maurín: un jacobino de la clase obrera

12/DIC/2023

Víctor Hugo expresó en una carta escrita en octubre de 1868, respecto a la expulsión de la monarquía borbónica de España, que la posibilidad de la República abría una oportunidad democrática extraordinaria, no solo para la península ibérica, sino para toda Europa:

La República en España sería la paz en Europa; sería la neutralidad entre Francia y Prusia, la imposibilidad de la guerra entre las monarquías militares debido solo al hecho de la revolución presente (…). Si España renace como monarquía, es pequeña. Si renace como República, es grande.

Una oportunidad también destacada por Walt Whitman, poeta admirado y leído por Joaquim Maurín, en su poema dedicado a la Primera República en «Hojas de Hierba»:

No creas que te olvidamos, madre nuestra;
¿Te has retrasado tanto tiempo? ¿Se cerrarán otra vez las nubes sobre ti?
¡Ah! Pero acabas de aparecerte ante nosotros en persona, te conocemos.
Nos has dado una prueba segura, la visión fugaz de ti misma.
Esperas allí, como en todas partes, tu hora.

Para Joaquim Maurín y Julià, Quimet para los amigos, esa hora, el triunfo de la República, llegaría con el poder político de la clase obrera y la guerra contra la guerra. Nacido en Bonansa en 1896 y fallecido en Nueva York en 1973, después de una trayectoria vital y política que lo llevó de un extremo a otro, el Maurín vinculado al movimiento obrero representa una hipótesis estratégica comunista actual.

Probablemente, este sea el motivo por el cual, a 50 años de su muerte, en un año que coincide con los 150 años de la Primera República y los 100 años del golpe de Estado de Primo de Rivera, Maurín sea recuperado con una serie de reediciones, como ha resumido Roc Solà en «Sobiranies«, que abren una diagonal entre la antigua oportunidad democrática de 1873 y la dictadura filofascista de 1923.

El tribuno de las Juventudes Republicanas de Lleida, el maestro ferreriguardiano del Liceo Escolar de Lleida, el dirigente sindical de la CNT, el secretario general del PCE, el fundador del BOC, el cerebro de la Alianza Obrera y el diputado poumista del Frente Popular encarnan esta trayectoria heroica en un recorrido vital coherente con la lucha por «una república socialista» [1].

Jacobino rojo del movimiento obrero, en sus escritos de juventud en los periódicos republicanos El Ideal de Aragón y El Ideal de Lleida o en la revista de la escuela Boletín del Liceo Escolar, se puede percibir un idealismo revolucionario al estilo de Víctor Hugo o William Morris que lo llevará posteriormente al sindicalismo revolucionario primero y al comunismo más tarde.

Sin embargo, será el impacto de la revolución rusa el gran evento que abrirá una rendija de esperanza en medio de la matanza industrial de la Primera Guerra Mundial, por eso Maurín escribirá:

Su trascendencia es infinitamente superior a la de la Revolución francesa. Los principios más audaces y las aspiraciones que parecían más utópicas tienen ahora su triunfo. Es el reinado de los más sobre los menos lo que se acerca. (…). Las grandes ideas, y sobre todo aquellas que son el principio de una nueva constitución social, pasan por encima de las fronteras y extienden su radio por todos los horizontes [2].

Esta constitución social que inauguraba la Rusia soviética consistía en: «La abolición de la propiedad privada, la nacionalización de los bancos y de las empresas privadas, la anulación del ejército pasando toda la fuerza al pueblo» [3]. Transformaciones sociales que superaban el legado de la Francia revolucionaria de 1793 o 1871.

Además, la revolución rusa levantaría los ánimos del pacifismo y el antimilitarismo en un momento en que la Gran Guerra y sus uniones sagradas habían apaciguado toda crítica, incluso en el republicanismo catalán y español, fervorosamente aliadófilo:

La guerra que fue promovida por los reyes para exterminar a los pueblos, termina con la revolución de los pueblos para exterminar a los monarcas. (…). Con la caída de la monarquía se hunde un militarismo feroz que había puesto en peligro el rumbo del mundo y se desgarra también definitivamente un estado económico injusto que mantenía a la sociedad dividida en explotadores y explotados [4].

La guerra de los campos de batalla tiene como resultado la devastación, el asolamiento, la muerte; la otra [la revolución rusa] lleva en su esencia íntima gérmenes de vida y elevación humana [5].

Saludando la revolución austriaca y la revolución alemana que liberaba a Liebknecht, así como la autodeterminación de los pueblos en Finlandia, Ucrania, Yugoslavia y Hungría, Maurín se daba cuenta del programa desencadenado por la revolución rusa y del ejemplo que constituía para este lado de los Pirineos:

el pueblo español debe incorporarse igualmente a la marcha universal combatiendo igualmente por estos tres principios que hoy encarnan toda la dinámica del mundo: República, Nacionalismo y Socialismo [6].

Y respondería sin rodeos a los militaristas progresistas de la época, los aliadófilos, que:

Si la revolución de Lenin y Trotsky se hizo contra la guerra que acababa de aniquilar al pueblo ruso, si en el ideario de aquellos hombres existía el ansia ferviente de poner fin a la matanza humana, ¿cómo se quería que el pueblo continuara haciendo fuego contra Alemania? [7].

Sentenciando la ceguera voluntaria de los progresistas que animaban a la continuación de la guerra constatando que: «hay personas que son incapaces de ver las estrellas entre la oscuridad» [8].

Este antimilitarismo, de clase y revolucionario, predicado también en la escuela y a los alumnos, haría exclamar a los amigos de Maurín cuando este fue llamado a hacer el servicio militar obligatorio en 1919 (de tres años en ese momento):

No acabamos de imaginarnos a Maurín soldado. Lo concebimos perfectamente como director de multitudes avanzadas con su palabra cálida y hasta como capitán de guardias rojos de un ejército revolucionario. Y es que todo lo que tiene Maurín, todo menos el temperamento acomodable a la marcialidad, que es uniformidad mecánica. (…)El obrerismo de Lleida, con la marcha de Maurín, pierde un paladín entusiasta. Sintiendo Maurín como nadie la injusticia de la desigualdad de clases y sus ideas de libertad amplias y generosas se orientan hacia la redención del proletariado que tanto sufre y calla en estas tierras de España [9].

El idealismo revolucionario de Maurín quedaría impresionado por la lucha heroica de unos bolcheviques dispuestos a todo para evitar la muerte por hambre de los niños rusos. En la Rusia invadida por las potencias aliadas y sometida a un cruel boicot, el delegado de la CNT vería en su viaje a Rusia a Lunacharski, entonces Comisario de Instrucción Pública, con un humanismo incandescente:

Lunacharski decía: antes moriremos todos de hambre que consentir que mueran los niños. Efectivamente, un esfuerzo sobrehumano, como solo puede realizarlo el pueblo que ha hecho la Revolución más grande de la historia, que la ha sostenido durante cuatro años y que la hará triunfar al fin, era capaz de realizar todo lo que podía llevar a cabo para impedir que la catástrofe [el hambre de tres millones de niños en la región del Volga] tomará proporciones inauditas [10].

Ante la iniciativa de los sindicalistas revolucionarios, los compañeros de Maurín, desde el semanario Lucha Social, fueron los únicos en recoger dinero para enviar al pueblo ruso:

En cambio, me entristece ver los criminales designios del capitalismo europeo, y también me llena el corazón de amargura ver que en España sois tan solo vosotros los que habéis lanzado el grito de solidaridad moral [11].

Serían estas ideas ya formadas en el fragor de las luchas de clases, dentro y fuera del aula, en Lleida, las que llevarían a Maurín posteriormente a la Rusia soviética, «la gran fratria, es decir, la tierra de los hermanos»[12]. Desde entonces, intentaría orientar el movimiento obrero hacia esa posibilidad histórica, viva y tangible en Rusia. Especialmente después de la decapitación brutal y sanguinaria del movimiento obrero y la CNT por el golpe de Estado de Primo de Rivera. Para Maurín, fue una dolorosa impotencia colectiva pagada con represión, encarcelamiento y asesinato, que viviría en carne propia con dos estancias en las celdas de la Modelo, en el segundo caso después de haber sido tiroteado en el muslo.

En 1921, Maurín escribiría a Andreu Nin celebrando el nacimiento de la Federación Comunista Catalano-Balear, «una necesidad» que serviría para que la dirección del recién creado Partido Comunista español correspondiera a Catalunya [13]. Ya que, en este PCE, fundado por exmilitantes del PSOE, Maurín veía el peligro de que los mismos defectos de la socialdemocracia madrileña se reprodujeran bajo un cambio de siglas. Por ello, le diría a Nin en una carta de 1922:

El P. Comunista español es un cadáver. En manos de las personas procedentes del P. socialista no hará nada. Si no hay una infiltración de los elementos sindicalistas, no conseguirá nada; declinará irremediablemente. Los socialistas ganarán terreno otra vez [14].

En consecuencia, por las razones políticas y sociales mencionadas, además del ejemplo soviético, Maurín afirmaría desde la Modelo:

Yo me vuelvo cada día más comunista de partido (en secreto, ¡eh!). Al fin y al cabo, no habrá otro remedio que crear un PC fuerte que lidere todo el movimiento [15].

Y por este motivo saludaría desde el exilio en París en 1928 al movimiento comunista catalán nacido en el Partido Comunista catalán de Jordi Arquer y toda una serie de amigos y compañeros con quienes Maurín había compartido militancia sindicalista.

La aparición del Partido catalán es un síntoma de la gran transformación ideológica que lentamente se está operando en el seno del movimiento obrero de Catalunya. Me satisface pensar que lo que un grupo hemos hecho desde hace ocho o diez años no ha sido en vano. Estimado Andreu, tendremos, estoy firmemente convencido, nuestro gran movimiento comunista en esta tierra. Todo lo que ocurre ahora no es más que un signo de la gran floración del mañana [16].

Aquí comenzaría, sin embargo, un nuevo trayecto caracterizado por las agrias disputas con la dirección del Partido Comunista, en las que las constantes ideológicas de Maurín esbozadas en torno a un programa –la constitución social de la Rusia soviética, la autodeterminación de las nacionalidades, la centralidad de la CNT en el movimiento obrero, el antimilitarismo y el anticolonialismo heredados de los republicanos, etc.– se pondrían a prueba. Una serie de luchas constitutivas de un programa original sintetizado en la fórmula de «República, Nacionalismo y Socialismo».

Notas
[1] Como explicaría Maurín en unas conferencias dirigidas al Partido Republicano en 1918: MAURÍN, Joaquim: ¿Por qué somos republicanos?, Conferencia del 18 de abril de 1918, manuscrito, Archivo Maurín, Instituto Hoover, Universidad de Stanford.

[2] MAURÍN, Joaquim: “La importancia de la revolución rusa”, El Ideal: Diario Republicano, Lleida, 30 de enero de 1918.

[3] Ibídem.

[4] MAURÍN, Joaquim: “La hora del pueblo”, El Ideal: Diario Republicano, Lleida, 3 de noviembre de 1918.

[5] MAURÍN, Joaquim: “El sentido de la revolución rusa”, El Ideal: Diario Republicano, Lleida, 23 de agosto de 1918.

[6] MAURÍN, “La hora del pueblo”, El Ideal.

[7] MAURÍN, “El sentido de la revolución rusa”, El Ideal.

[8] Ibídem.

[9] P., A.: “Joaquín Maurín, soldado”, El Ideal: Diario Republicano, Lleida, 4 de febrero de 1919.

[10] MAURÍN, Joaquim: “La campaña de Lucha Social por los niños rusos”, Lucha Social, 22 de octubre de 1921.

[11] Ibídem.

[12] MAURÍN, Joaquim: “Notas rápidas de andar y ver. Camino de Moscú”, Lucha Social, 30 de julio de 1921.

[13] PAGÈS, Pelai (ed.): Andreu Nin: Cartes desde Moscú, 1921-1930, Barcelona, Laertes, 2019, p. 29.

[14] PAGÈS, Op. Cit., p. 34.

[15] PAGÈS, Op. Cit., p. 45.

[16] PAGÈS, Op. Cit., p. 67.

 

 

*: Politólogo, latinoamericanista y doctorando en Historia Comparada, Política y Social.

 

Fuente: Viento Sur

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