

A lo largo de los 100 minutos de Yallah Gaza , el documental de Roland
filmado en 2022 en el enclave palestino , nos viene a la mente una pregunta persistente : ¿cuántos de los habitantes de Gaza y en esta película siguen vivos ? ¿Cómo viven o sobreviven en esta sangrienta agitación que ha envuelto sus vidas desde el 7 de octubre y los mortíferos ataques de Hamás en Israel ? ¿ Cuántos murieron en los bombardeos israelíes ? ¿Qué futuro tienen estos niños que participan en terapias de grupo que les hacen sonreír, si esta nueva guerra, aún más violenta que las que ya han sufrido, les perdona ?Ésta no es la menor cualidad de esta película abundante y comprometida: dar vida a los habitantes de la Franja de Gaza. Una vida distinta a la truncada habitualmente mostrada en nuestras pantallas, hecha de bombardeos, polvo, gritos y sangre. Todo está ahí, por supuesto, en las imágenes de archivo, en las de los edificios derribados por los misiles y aún no liberados, en las palabras y en los cuerpos magullados. Pero lo que Roland Nurier y el equipo palestino que filmó en Gaza captan y llevan (el director no tenía autorización para ir allí) es la resiliencia de esta población, la determinación de los adultos, la exuberancia de los adolescentes y los
. Y sin que se pronuncie en la película, lo que me viene a la mente es la palabra soumoud , esa perseverancia mezclada con determinación que los palestinos elevan a valor cultural.
REFUGIADO, MÁS QUE UNA PALABRA
Yallah Gaza también quiere hacer una labor educativa y abarcar todo lo relacionado con este pequeño territorio que, en última instancia, es tan poco conocido en nuestros países europeos. Los dos historiadores Jean-Pierre Filiu y Ghassan Wishah, el primero residente en Francia y el segundo en Gaza, recuerdan que Gaza era un territorio de la Media Luna Fértil, abierto al mar para las caravanas y también rico en sus huertos de cítricos y palmeras. árboles, antes de dejarse llevar por los trastornos del siglo XX . Del ascenso del sionismo a la creación del Estado de Israel en 1948, luego de la ocupación a las guerras libradas por Israel contra el enclave, como una letanía, y a su cerco por el bloqueo, hasta la asfixia.
Cualquiera que haya puesto un pie en Gaza sabe hasta qué punto, incluso más que en Cisjordania, la palabra “ refugiado ” es más que una simple palabra. Al mismo tiempo una comunidad de destino, un estatus, una memoria colectiva y familiar, y un motor de movilización. Una vez más, Yallah Gaza tiene el mérito de poner de relieve esta realidad, con pequeños detalles: la llave de la casa, los nombres de las localidades desaparecidas, a través de la intervención de un ex director de la Oficina de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Medio Oriente ( UNRWA ), y por este terrible episodio que fue la Gran Marcha del Retorno. Durante meses, 30 de marzo: fecha, desde 1976, del Día de la Tierra1— A partir del 10 de agosto de 2018, cientos de habitantes de Gaza se manifestaron todos los viernes cerca de la valla que rodea el enclave. El periodista Sylvain Cypel , miembro de la redacción de Orient XXI , que interviene varias veces en el documental, describe a los francotiradores israelíes participando en un verdadero » tiro de conejos «, que dejó al menos 195 muertos, entre ellos 41 niños y decenas de piernas jóvenes. amputados. Jóvenes a quienes la cámara capta, semanas después de su operación, sumergiéndose en el mar, jugando al fútbol, realizando figuras acrobáticas. Yallah Gaza elige mostrar resiliencia en lugar de sufrimiento.
UNA EXTRAÑA RESONANCIA CON LOS ACONTECIMIENTOS ACTUALES.
Esta resiliencia es grave, como la de Amira Al-Querem, gravemente herida durante la guerra de 2009, la primera palestina en presentar una denuncia ante la Corte Penal Internacional ( CPI ). Tenía entonces 16 años. La alegría es mayor entre estos jóvenes que bailan el dabkeh, la danza tradicional palestina, en medio de edificios en ruinas, como un desafío a la muerte y a la desesperación, y que el montaje del documental recupera a intervalos regulares.
Y no podemos evitar decirnos que no habrá fresas en Gaza la próxima primavera, y que se necesitará mucha resiliencia y perseverancia para volver a cultivar verduras y frutas en esta franja de tierra mártir.
*Gwenaëlle Lenoir: Periodista independiente, especialista en el mundo árabe y África Oriental.
Fuente: OrientXXI
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Mujeres & Lucha Feminista:
25N, La indignación feminista
Algunas mujeres…..
Algunas mujeres estamos indignadas con las religiones, siempre misóginas; ignorándonos en las jerarquías eclesiásticas, subordinándonos a todo lo masculino, exigiendo a las mujeres una sumisión que los varones no merecen pero que obtienen a golpe de violencia o por miedo a ella; decretando que tapen su rostro, sus brazos, sus cuerpos para evitar los impulsos irracionales de los varones, al tiempo que -sin embargo- son considerados más racionales que nosotras.
Algunas mujeres estamos indignadas por la educación recibida, que nos invita a ser calladas, complacientes y sumisas ante los varones. Que nos presenta como mentirosas y manipuladoras, pero no a los hombres; que -no obstante- al hacernos pasar por inferiores, los convierte a ellos en los grandes manipuladores y mentirosos de la historia.
Algunas mujeres estamos indignadas porque nadie se toma la molestia de explicar a niñas y niños la razón de que haya tan pocas mujeres en la historia de la humanidad y de la ciencia. Porque nadie explique que, a pesar de todo, hay mujeres que consiguieron superar las inmensas barreras que enfrentaron y hacer aportaciones valiosas, para luego ser rápidamente olvidadas o despreciadas. Porque nadie les describa a niñas y niños la injusta opresión femenina que nada permite sustentar. Porque, algo que debería avergonzar a la otra mitad de la humanidad que nos oprime, les hace rebelarse injustamente contra nuestra justa rebelión.
Algunas mujeres estamos indignadas por el hecho de que se mantengan como valiosas las opiniones de varones célebres que despreciaron a las mujeres sin ningún otro sustento que su misoginia.
Algunas mujeres estamos indignadas por una ciencia que siempre ha encontrado motivos, que no base, para sustentar la inferioridad de la mujer, para justificar la supremacía masculina, para hacer pasar por objetivo lo que no era más que androcentrismo o machismo.
Algunas mujeres estamos indignadas de que un lenguaje que construimos entre todas y todos, pero del que siempre estuvimos excluidas -cuando de derechos y reconocimientos se trataba- ahora, cuando reivindicamos ser nombradas, pretendan que siempre nos incluyó en ese -nunca votado por nosotras- masculino genérico que usan a voluntad para seguir siendo ellos los que deciden si estamos o no estamos, si somos o no somos.
Algunas mujeres estamos indignadas de que ese lenguaje se utilice, no solo para excluirnos socialmente, sino ahora también para redefinirnos, enajenándonos de nuestra propia conceptualización para incluir a cualquier varón que lo desee. Indignadas también por el borrado de las palabras que nos nombran, para resignificarlas, para distorsionarlas. Otra vuelta de tuerca más en nuestra invisibilización.
Algunas mujeres estamos indignadas al constatar que nuestras opiniones se devalúan simplemente por tener un timbre más alto de voz. Porque esa voz vale menos que la de un varón que vale menos.
Algunas mujeres estamos indignadas por habernos educado y socializado para agradar, para “arreglarnos” como si naciéramos estropeadas y así encajar en el delirante imaginario masculino cueste lo que cueste.
Algunas mujeres estamos indignadas por las sonrisitas cómplices entre varones cosificando a mujeres, por el intercambio de fotos, vídeos, etc. que nos presenta como “animales sexuales” al servicio de los varones. Por ser escrutadas y juzgadas por ellos y que emitan su juicio en voz alta sin que nadie se lo haya pedido.
Algunas mujeres estamos indignadas por que la actividad humana más imprescindible, la del cuidado de la vida, se nos asigne a nosotras prácticamente en exclusiva y, por ello, sea devaluada. Y como pago al trabajo gratuito de tantas mujeres, que ello les suponga renunciar a la autonomía económica o a empeorar su dedicación y progresión profesional, disminuyendo sus ingresos y más tarde las pensiones a las que tuvieran derecho.
Algunas mujeres estamos indignadas cuando se menosprecian nuestros méritos porque lo que tiene valor sigue siendo lo que hacen los varones, porque exigir cuotas del 50% parezca prepotente cuando los hombres han ocupado sin pudor el 100% hasta épocas bien recientes. Por las redes clientelares masculinas que favorecen descaradamente a los hombres en perjuicio de las mujeres.
Algunas mujeres estamos indignadas por nuestro generalizado empobrecimiento, útil al patriarcado porque nos hace especialmente vulnerables a los caprichos de los varones.
Algunas mujeres estamos indignadas por nuestra sistemática cosificación e hipersexualización fomentada en la publicidad, los videojuegos, el cine, la televisión, la música, los medios de comunicación, las redes sociales…
Algunas mujeres estamos indignadas por una pornografía que fomenta la violencia sexual de los varones hacia las mujeres. Porque se les invita a excitarse sexualmente con esa violencia degradante. Por hacer creer a los adolescentes que esas relaciones sexuales son su derecho. Por hacer creer a las adolescentes que es lo que deben aceptar para conseguir a un hombre que le dé descendencia. Porque sólo a ellas se les han hecho creer que ese es su único -o principal- destino en la vida.
Algunas mujeres estamos indignadas por la explotación sexual de las mujeres en pornografía y prostitución. Su inimaginable sufrimiento, solo soportable entre los vapores de alcohol y drogas, se justifica -simplemente- para complacer a varones mediocres que necesitan imponerse a mujeres que no les desean, por el inútil empeño de sentirse superiores cuando son escoria.
Algunas mujeres estamos indignadas por la explotación reproductiva de mujeres pobres y que se tenga el cinismo de llamarla “altruismo”. Por el hecho de que se considere a las mujeres meros recipientes, denominándonos “útero-portantes”. Indignadas porque algunos varones pretenden erradicar la palabra “madre”. De nuevo a vueltas con la manipulación del lenguaje.
Algunas mujeres estamos indignadas por el maltrato de millones de mujeres en todo el mundo. Por la mutilación genital femenina, por los matrimonios infantiles, por hostigar, castigar o incluso matar a las mujeres que no quieren velarse en no pocos países. Por la negación de derechos humanos básicos a las mujeres.
Algunas mujeres estamos indignadas por el maltrato y la violencia que en nuestro país ejercen demasiados varones: violencia económica, violencia psicológica, violencia emocional, violencia simbólica, violencia física, violencia sexual… especialmente en el ámbito de la pareja o expareja. Que son sufrimiento y muerte.
Algunas mujeres estamos indignadas por una justicia que niega protección a las mujeres y a sus hijas e hijos. Que nos acuse del falso SAP a pesar de su nula constatación científica. Que crea las mentiras de los hombres y no la verdad de las mujeres.
Algunas mujeres estamos indignadas por la negación de la violencia de los varones hacia las mujeres a pesar de toda la evidencia en contrario, de manera que la realidad sea lo que los varones dicen y no lo que demuestran los datos. Que las falsas denuncias falsan nos hagan pasar por mentirosas cuando son ellos los que mienten.
Algunas mujeres estamos indignadas por la pasividad institucional y la revictimización de las mujeres violentadas y violadas. Por tantas crónicas de muertes anunciadas.
Algunas mujeres estamos indignadas porque somo feministas. Y confiamos en que, las que están tan quietas o paralizadas que no notan sus cadenas, despierten de una vez. Porque nos están sometiendo, negando, humillando, maltratando, violando…y porque nos están asesinando ¡Qué nuestro grito de indignación atraviese todos los muros, recorra todas las calles!
25N, por la dignidad y el respeto a la vida de las mujeres
Fuente: https://tribunafeminista.org/2023/11/25n-la-indignacion-feminista/
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