Como parte de muchas otras iniciativas dispersas de la ciudadanía, en espacios públicos y en redes, en los últimos días fueron furor los videos de docentes, médicos, madres, jubilados, familiares de desaparecidos que advierten sobre las consecuencias de votar al ultradirechista Javier Milei. ¿El último eslabón de la desesperación? ¿Perlas de creatividad política? El efecto del testimonio, en la recta final hacia el balotaje.
En los últimos días emergió como vedette de la micromilitancia a favor de Sergio Massa una serie de videos testimoniales. Un fenómeno con dos patas. Una, en el territorio físico, porque fueron filmados en el transporte público. Y la otra, en el universo digital, porque el mensaje es efectivo en la medida en que los videos se viralizan. Los protagonistas hablan en primera persona, dicen que lo hacen superando la timidez. Con espontaneidad algunos, con desesperación otros, asocian episodios de sus biografías con las consecuencias de un eventual gobierno de Javier Milei. Hablan de Derechos Humanos, salud, educación, cuidado, libertad de expresión, Malvinas, violencia institucional y de género.
“Quiero vivir sin miedo a que nos secuestren”
“Mi mamá tenía 16 años cuando la secuestraron. Embarazada de mí, fue a un campo de concentración, donde la despojaron de todo, incluso de su nombre, pasó a tener una letra y un número. Fue brutalmente torturada, cumplió 17 años en ese campo de concentración”. La que habla en un vagón de la línea A es Ana Fernández, nacida en Suecia. Anita, como le dicen en confianza, es hija de Ana Careaga, sobreviviente del Club Atlético. Es también nieta de Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. En su viaje en subte contó su historia y pidió, por favor, no votar a Milei, cuyos candidatos (y él mismo) dieron pruebas de sobra de apología de la dictadura.
En ese mismo video cuenta que su abuela, “junto a otras madres y dos monjas francesas, también fue secuestrada. La llevaron a la ESMA y la arrojaron con vida al mar”. Antes de empezar a contar su historia, en el video Ana expresa que está nerviosa, que no suele hablar en público: “fue difícil tomar el coraje, nunca había hecho algo así, no sabía con qué me iba a encontrar. Pero fue una buena experiencia porque mucha gente me agradeció y me ayudó a decidirme a expresar mi preocupación”, le cuenta a Página12.
En conversación con este diario cuenta que decidió subirse al subte alentada por una amiga. “Sentía la necesidad de llegar a esa gente que se siente desencantada por una realidad económica adversa y que tal vez desconocen a quién están votando, qué hay detrás de ese lenguaje que para alguno puede parecer rebelde, pero es violento”. En un contexto en el que Milei es halagado por Jorge “Tigre” Acosta, jefe de inteligencia del grupo de tareas que operaba en la ESMA, y reproduce conceptos y palabras textuales de Emilio Massera y en el que Victoria Villarruel levanta la apuesta del negacionismo proponiendo hacer un parque de diversiones en la ex ESMA, Ana “sentía la necesidad de expresar que entiendo la situación que vivimos, y respeto las diferencias, pero que Milei está por fuera del pacto democrático de los argentinos”.
“No descartemos a los mayores”
El video de Careaga se viralizó y alentó a otras personas a contar públicamente sus historias. Es el caso de Jorge Zuviría, sociólogo y docente jubilado de la UBA, la UNLP y la UNLZ. En el video, Jorge cuenta cómo gracias a la nueva ley de discapacidad (que protege también a las personas mayores de 80 años) su mamá (93) y su tía (95) pueden afrontar los gastos del geriátrico, los pañales y los medicamentos que, de otro modo, sería imposible solventar. Y llama a no descartar a los mayores, “no dejarlos librados a su suerte decidida por las leyes del mercado”, como aspira el libertarismo.
Él mismo no estaría vivo si no fuera por la ley de discapacidad. “Tengo un desfibrilador implantado que cuesta 50 mil dólares. Tendría que haber vendido mi departamento para pagarlo. La ley obliga a mi cobertura a cubrirlo. La gente no sabe estas cosas. Me parece importante contarlas”.
Videos en la línea del de Ana y el de Jorge, circularon muchísimo: docentes, médicos del sistema público de salud, madres con hijos con discapacidad, veteranos de Malvinas. Esta modalidad de micromilitancia testimonial se suma a muchas otras acciones e insumos de campaña que incluyen memes, stickers, declaraciones, proclamas, petitorios, y todo tipo de llamamientos y acciones callejeras (que luego son filmadas) y convocan a votar en defensa propia.
De Luis Zamora al flashmob
El gesto de subirse al transporte público a testimoniar no es nuevo, recuerda por ejemplo a campañas de fines de los 90, cuando Luis Zamora se subía a los colectivos a hablar con los pasajeros. Es una estrategia a la que alguna vez recurrió Carlos “Chacho” Alvarez. Gabriel Katopodis, ministro de Obra Pública, también viene haciendo algo similar, mano a mano en el tren Mitre. La gran diferencia es que, por supuesto, se trataba de candidatos o dirigentes y no de “gente de a pie”.
Por su modo de irrumpir sin aviso en el espacio público, los videos también traen a la mente al flashmob -“multitud relámpago”-, el hit de 2019, a partir la canción de cumbia de Sudor Marika “Si vos querés, Larreta también”. “Macri ya fue, Vidal ya fue”, decía la letra que acompañaba la coreografía como un llamado a votar, en el balotaje del 27 de octubre, por Matías Lammens, para desplazar a Horacio Rodríguez Larreta como jefe de gobierno.
“Hablé con mis dos hijas y con un amigo mío que es grandote, y se ofreció a acompañarme. Mi hija mayor y una amiga de ella filmaron”, relata Jorge Zuviría sobre la gestación de su video. “Me coachearon, acortaron el video y lo subtitularon. El mensaje tiene que ser contundente”, dice Zuviría. “Lo practiqué varias veces. Me costó. Tenía miedo de alguna agresión física porque frente a esta gente somos enemigos a exterminar. He hablado con mucha gente con ganas de votar a Milei y he tenido charlas amables, pero confieso que temía por mis hijas. También entiendo que no todos los votantes de Milei simpatizan con genocidas, lo siguen por las ilusiones de salir de la pobreza y la dolarización”.
“A esta elección la ganan las mujeres”
El psicoanalista Sergio Zabalza nació en 1955 casi en el momento en el que las bombas caían en la Plaza de Mayo. Vivió la mitad de su vida con dictaduras. Escuchar a Victoria Villarruel decir que este país se arregla con una tiranía “fue mucho para mí. Y ojalá esto les esté pasando a muchos”.
Fue al subte a expresarse sobre esto mismo y le pidió a su pareja que lo grabara. “Ella me acompañó sin dudarlo. Creo que a esta elección la ganan las mujeres. Este gobierno no pudo resolver el desastre que hizo Macri. Hay mucha bronca. Esto genera exacerbación de los discursos primarios. Los varones somos especialmente sensibles al fracaso. No lo soportamos. Creo que las mujeres son las que mejor perciben la fantochada de Milei. Toda mi fe en ellas”.
En el video se ve cómo a partir de sus palabras se genera una discusión entre los pasajeros. Algunos lo agreden, otros lo defienden. “No se llegó a la violencia física, pero hubo insultos. La experiencia fue muy intensa. Hubo gente que me hizo callar. Pero un muchacho decía ‘dejalo hablar y después hablás vos’. Esa contestación me pareció por demás ilustrativa de lo que es la democracia, es decir, poder convivir en el disenso”. En medio de los gritos, los pasajeros lo miraban con atención: “Tres mujeres, que no iban juntas, se emocionaron. Lloraban”.
Para hablar primero hay que empatizar
¿Son este tipo de videos, a la vez personales y políticos, el último eslabón de la desesperación? ¿O perlas de creatividad política y micromilitancia? ¿Son espontáneos o “armados”? En todo caso, ¿cómo se mide la organicidad? ¿Hay un espontaneómetro? Para María Fernanda Ruiz, especialista en comunicación política, lo que está ocurriendo en estos meses es un proceso de “expansión de la politicidad y su consecuencia es el aumento de la participación política, social y comunicacional”.
Algo similar ocurrió en 2015, entre la primera vuelta y el balotaje entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. Allí aparece un emergente social muy poderoso “que se cristaliza en ese entonces en grupos de Facebook (como Resistiendo con aguante, donde se juntaron 500 mil personas en una semana)”, explica Ruiz. Ahora, ocho años después, esa desesperación ocurrió fuertemente entre las PASO y la primera vuelta. “Eso permitió que se activen procesos de bases militantes que recurrieron a todos los mecanismos que están a su alcance para evitar el triunfo de la derecha”. Hubo un aprendizaje desde entonces y quizá eso explique que esta vez esas bases, tanto militantes como inorgánicas, reaccionaran antes.
La estrategia de los videos en primera persona, para Ruiz, es efectiva porque son preocupaciones colectivas pero a la vez historias singulares, y eso genera empatía. “Lo que en Argentina se llamó ‘grieta’ provocó que, por ejemplo, se dejara de hablar de política en la mesa para no hacer explotar la cena familiar”. Hay una necesidad de restablecer la comunicación, que requiere de un lazo que tiene más que ver con la emoción que con la razón. Y ese lazo no se reconstruye interviniendo con grandes argumentaciones. “Esos grandes argumentos logran entrar una vez que está restituido el diálogo, una vez que se recupera la ligazón afectiva”.
Para acceso mejor a los videos, ir al enlace siguiente:
https://www.pagina12.com.ar/618093-la-micromilitancia-que-se-hizo-viral-durante-la-campana
Fuente: Página/12
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Más de 35 millones de argentinos podrán elegir al próximo presidente
Sergio Massa versus Javier Milei: la batalla final por el futuro de la Argentina
Los equipos técnicos de ambos candidatos coinciden en que existe un panorama de empate técnico. Los balances de la campaña y las expectativas sobre el veredicto de las urnas.

La moneda está en el aire. Después de cinco meses de campaña, de realineamientos partidarios, de candidatos que quedaron en el camino y, finalmente, de una reconfiguración casi absoluta del mapa político – con alianzas impensadas hasta hace unas semanas -, Sergio Massa y Javier Milei se enfrentan en la batalla final por la presidencia de la Argentina. Es el ballotage que ambos candidatos deseaban y por el que trabajaron desde el comienzo de la campaña, eligiéndose mutuamente para polarizar y construir sus candidaturas en oposición a la figura del otro: la amenaza neo fascista y psiquiátrica, para uno, la casta corrupta y eternizada en el poder, para el otro. El tablero político, empresario, sindical y mediático se fue reordenando alrededor de cada candidato y, al día de hoy, si hay algo en los que coinciden los dos campamentos – además de la existencia de un impenetrable 10-12 por ciento de blancos e indecisos – es que, pase lo que pase este 19-N, la Argentina comenzará una nueva etapa.
Más de 35 millones de argentinos y argentinas están habilitados para votar, este domingo, por la fórmula Sergio Massa – Agustín Rossi o Javier Milei – Victoria Villarruel. Si bien las últimas encuestas le dan una leve ventaja a la fórmula de La Libertad Avanza, los equipos técnicos de ambos candidatos coinciden en que se encuentran frente a un escenario de empate técnico. Milei llega al domingo más eufórico, revigorizado por su alianza con el macrismo – que le impuso el tono y color de la campaña y de su futuro gabinete, así como lo nutrió de nuevos votos, financiamiento y estructura para fiscalizar – y convencido de que está a un paso de la victoria. Massa, en cambio, se muestra con un optimismo más moderado, satisfecho por el camino recorrido y confiado en el respaldo de la estructura peronista en todo el territorio nacional.
La cuenta regresiva llega, a su vez, con una mancha: el fantasma de fraude que las filas libertarias agitan desde hace días. LLA tuvo que echarse atrás – por falta de pruebas – en su denuncia contra Gendarmería, pero el peronismo está en estado de alerta: teme que se ensucie el proceso electoral – como ya pasó en Estados Unidos y Brasil – y se genere un clima espeso durante la jornada, especialmente tras la decisión de Milei de no enviar la cantidad de boletas obligatorias a la Cámara Nacional Electoral.
Sergio Massa: el candidato imposible
El ministro candidato de Unión por la Patria se cargó al hombro una campaña imposible de manera prolija y sin sobresaltos. En eso coinciden kirchneristas y massistas, bonaerenses y norteños. Los más optimistas identifican que este fenómeno – un “milagro”, reconocen, en un contexto de 140 por ciento de inflación -, junto a la estructura territorial del peronismo y el repelús que genera la figura de Milei, será suficiente para ganar. Los más pesimistas temen que el anti peronismo – activado, con fiereza, por Mauricio Macri desde que intervino en la campaña – y el desgaste de los últimos ocho años terminen pesando más. “Se hizo la mejor campaña que se podría haber hecho: de menor a mayor, de saco y corbata a una más virulenta. Ahora ya está. La elección se define en si pesa más el ‘No’ a Milei o si pesa más el anti peronismo”, resume, exhausto, uno de los dirigentes nacionales más activos de la campaña.
Sergio Massa trazó una hoja de ruta para la campaña y la cumplió al pie de la letra. La primera etapa estuvo signada por consolidar el voto kirchnerista – aún en la interna contra Juan Grabois – y de afianzar la candidatura de unidad luego de años de internismo furioso en el Frente de Todos. Cristina Fernández de Kirchner, que venía de arrastrar un operativo clamor por su candidatura, se encargó de convencer a la tropa de que Massa era la mejor opción y participó activamente de la campaña. Después de las PASO, sin embargo, comenzó otra etapa con mayor protagonismo de Massa, y tanto la vice como Alberto Fernández dieron un paso al costado, casi desapareciendo de la escena pública. En esta segunda fase, el tigrense comenzó a polarizar con Milei, así como a comparar la (relativa) paz interna a la que había llegado el FdT con la guerra desatada dentro de Juntos por el Cambio tras la victoria de Patricia Bullrich.
Después de las elecciones generales, con las dos ofertas claramente asentadas y delimitadas, comenzó la etapa del “gobierno de unidad nacional”. Massa convocó a todos los actores políticos a hacer un frente común frente a la amenaza libertaria: les prometió una coalición de gobierno amplia y heterogénea, con presencia de “los mejores” de cada partido opositor en lugares de toma de decisiones (desde la Oficina Anticorrupción, pasando por el directorio del Banco Central y el gabinete nacional). Se re apropió de una de sus principales debilidades – el reproche por “panqueque” o “traidor” – para construir el imaginario de su futuro gobierno, haciendo hincapié en la necesidad de diálogo y de dejar atrás “la grieta”. Se fueron sumando opositores largamente enemistados con el kirchnerismo – Juan Manuel Urtubey, Natalia de la Sota, Graciela Camaño, Roberto Lavagna – y le tiró una soga al radicalismo, que estaba atrapado entre su rechazo visceral a Milei y la alianza con sus socios macristas (que casi rompen para apoyar al libertario).
La verdadera estrategia – la única que en UxP percibían que podía movilizar a las personas a ir a las urnas a votar por Massa – era, sin embargo, la del miedo a Milei. Mercado de órganos, privatización de la Educación, compra venta de niños, identificación del matrimonio igualitario con la pediculosis, venta libre de armas: esos fueron los ejes que el peronismo intentó explotar hasta último momento. Eso y el peligro que representaba su inestabilidad emocional o su incapacidad para sostener la gobernabilidad de un futuro gobierno (con sus escasos apoyos en el Congreso y su escasa experiencia en el manejo de la cosa pública).
Ahora llegó finalmente el día y el panorama es de una incertidumbre absoluta. “Un día me levanto pensando que vamos a ganar, y el otro estoy convencido que vamos a perder”: la frase de un dirigente peronista santafesino sintetiza el clima que, hace más de 72 horas, predomina en las filas de UxP. La gran incógnita es ese universo entre el 10 y 12 por ciento de indecisos que oscilan entre votar en blanco, no votar o decidirse al momento de entrar al cuarto oscuro. En las filas de LLA manejan el mismo número y ninguno de los dos comandos de campaña está del todo seguro de cómo se expresará. Solo saben que ese es el porcentaje que definirá la elección.
La fórmula Massa-Rossi sacó unos 9,8 millones de votos en las generales y se estima que necesita unos 3 millones más para acercarse a ganar el ballotage. El peronismo, para ganar, necesita hacer una buena elección en el Norte y no desinflarse mucho en el Centro, es decir todas esas provincias que suelen ser más reactivas al kirchnerismo (y en donde Milei pisa más fuerte): Santa Fe, Córdoba y Mendoza. Como cada elección, sin embargo, la verdadera batalla se da en la Provincia de Buenos Aires: en UxP calculan que necesitan sacar más del 55 por ciento de los votos. En el comando de campaña están confiados en que el aparato territorial de gobernadores e intendentes funcionará aceitadamente, pero más de un dirigente bonaerense observa con preocupación los números del conurbano.
Javier Milei: la rabia al poder
De outsider furibundo que ocupa horas en el prime time televisivo hablando de dinamitar el Banco Central a, en solo dos años, finalista de un ballotage contra un funcionario con más de 35 años de trayectoria política: el recorrido de Javier Milei es, por lejos, uno de los más insólitos de los últimos 40 años de democracia. El economista de extrema derecha logró consolidarse como el principal referente opositor – cuando, hace solo un año, el lugar común era decir que el vencedor de la interna cambiemita sería el futuro presidente de la Argentina – y hoy se posiciona, incluso, como el favorito de todas las encuestas. En LLA están entusiasmados: el cierre de campaña en Córdoba – que contó con la participación estelar de su ex contrincante, Patricia Bullrich – los dejó conformes y ahora aguardan a que las urnas les confirmen lo que venían pronosticando hace meses: que el futuro de la Argentina es libertario.
A diferencia de Massa, Milei tuvo que hacer un cambio de 180 grados después de las elecciones generales. En la búsqueda de los votos que le permitieran superan su techo, el libertario escondió la motosierra, pactó con Mauricio Macri y emprendió una campaña que podría haber sido diseñada por Marcos Peña (aunque más de un macrista, frente al descontrol generalizado de la campaña, atisbó a lamentar en voz alta la ausencia del ex jefe de Gabinete macrista). Reversionó su grito desaforado contra la casta por la mesurada consigna de “continuidad versus cambio”. Se abrazó con dirigentes del PRO a los que antes había acusado de poner bombas en jardines de infantes. Rechazó la gran mayoría de sus propuestas de gobierno – desde los vouchers educativos hasta la privatización de la Salud – y acusó a los dirigentes que se las recordaban de hacer “campaña del miedo”.
Macri, a cambio, lo nutrió de más financiamiento y, fundamentalmente, de una estructura de fiscalización. El PRO se puso al hombro la tarea de fiscalizar en PBA y aquellas provincias y municipios con mayor presencia del macrismo, pero desde el primer día hubo problemas de coordinación. En el PRO se lo achacan a la falta de experiencia de LLA: “Son un quilombo, tienen menos capacidad operativa que Schiaretti en el conurbano. El problema es que agarraron a los punteros que había hasta desechado el peronismo. Muchos agarran la plata y después te clavan”, masculla bronca uno de los armadores macristas que están a cargo de la fiscalización en PBA. Para cubrir los baches que puedan ir surgiendo, el comando de campaña PRO-LLA va a diseñar un sistema de auditoría, con militantes que vayan en auto a cada escuela a chequear que no falten fiscales. En aquellas que falten, se comunicará al centro de operaciones del distrito y se organizará para enviar a alguien.
Más allá de los preparativos, en LLA ya están agitando el fantasma del fraude. En el PRO intentaron despegarse, pero en el armado de Milei están dando señales de que se pondrán en actitud de guerra si el resultado no los favorece. En la última semana, por ejemplo, Karina Milei y su equipo denunciaron que la Gendarmería cambiaba el contenido de las urnas para favorecer a Massa. Tuvieron que salir a desdecirse, pero en el peronismo temen que arremetan con la idea de fraude durante toda la jornada. En UxP intuyen que lo hacen para movilizar fiscales y votantes, instalando en el imaginario anti peronista el fantasma de un PJ corrupto que se roba boletas, presiona fiscales y reemplaza urnas. A 40 años de democracia, y por más confianza que genera en todo el espectro político el trabajo de la Cámara Nacional Electoral, el ballotage tendrá un condimento adicional: el peligro de que un grupo radicalizado se niegue a aceptar la derrota.
Fuente: Página/12
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