Por German Bender / Harold Meyerson
La primera huelga contra Tesla, un pulso con los sindicatos suecos
German Bender
Se ha desencadenado una huelga en Tesla, fabricante de automóviles conocido por su carácter antisindical. Quizá no sorprenda que la huelga se produzca en Suecia, uno de los países más sindicalizados. Según la confederación IndustriALL, se trata de la primera acción sindical formal contra Tesla en todo el mundo.
La huelga la ha iniciado el sindicato IF Metall. La filial sueca de Tesla, TM Sweden, llevaba cinco años negándose a negociar un convenio colectivo para sus empleados de los talleres de reparación de todo el país. El primer preaviso de huelga se limitó a los miembros del sindicato de los propios empleados de Tesla, unos 120 mecánicos y técnicos de servicio (no hay fábricas de Tesla en Suecia).
Pero, tras una reunión entre TM Suecia e IF Metall, convocada por la Oficina Nacional de Mediación el pasado martes, los representantes de la empresa se retiraron de las negociaciones, alegando su política corporativa de no firmar convenios colectivos en ningún país. En respuesta, IF Metall amplió inmediatamente su preaviso de huelga a todos los talleres de reparación que prestan servicio a los vehículos Tesla en Suecia, no sólo a los de la propia Tesla.
Otros 470 trabajadores de 16 centros de trabajo se verán afectados en esta nueva fase de la huelga, que comenzará el viernes. Ningún miembro del sindicato en los talleres afectados podrá realizar ningún trabajo en vehículos Tesla, y en ello se incluye el mantenimiento, las reparaciones o la preparación de vehículos nuevos para su envío a los miles de clientes que esperan sus flamantes Tesla (el coche más vendido en Suecia).
A la empresa de Elon Musk podrían esperarle más problemas, a menos que atienda a las demandas sindicales. Cuando los empresarios se niegan a negociar colectivamente, los sindicatos suecos pueden recurrir a huelgas y otras formas de acción sindical. Entre las opciones se cuentan la prohibición de nuevas contrataciones o de hacer horas extraordinarias, e incluso huelgas de solidaridad de otros sindicatos.
Modelo de mercado laboral
En 1995, Toys’R’Us entró en el mercado sueco y se negó inicialmente a firmar un convenio colectivo con el sindicato minorista Handelsanställdas Förbund. La empresa acabó cediendo después de tres meses de lucha, que incluyeron huelgas de solidaridad en las que otros sindicatos bloquearon todas las entregas, la recogida de basuras, los servicios postales, los pagos bancarios y otras partes vitales de las operaciones de la empresa. La acción la apoyaron incluso sindicatos de muchos otros países, que animaron a sus afiliados a boicotear los productos de Toys’R’Us.
Aunque la huelga de IF Metall afecta todavía a relativamente pocos trabajadores, es de primordial importancia para los sindicatos suecos, que la consideran necesaria para salvaguardar el reconocido modelo de mercado laboral del país. Uno de sus pilares institucionales son los convenios, normalmente sectoriales, que cubren al 90% de los trabajadores.
Recortar los costes laborales negándose a negociar convenios colectivos suele considerarse competencia desleal en Suecia, tanto por parte de los sindicatos como de los empresarios. Los sindicatos también lo ven como una posible presión a la baja sobre los salarios y las condiciones laborales en otras empresas, lo que a la larga socava el propio modelo.
En el modelo sueco, no sólo están organizados los trabajadores, también lo están los empresarios, agrupados en asociaciones y sujetos a convenios colectivos. Esto significa que Tesla podría sencillamente ofrecer a sus empleados el convenio colectivo sectorial afiliándose a la Confederación Sueca de Empresas de Transporte. De hecho, la confederación patronal ha informado a Tesla de esta opción, pero ha sido en vano. En otras palabras, la presión sobre Tesla para que se adapte al modelo sueco no procede sólo de los sindicatos, sino también de la patronal.
Otra razón por la que el conflicto es tan importante para los sindicatos es que Tesla es emblemática del mercado de vehículos eléctricos, en rápido crecimiento. Garantizar los convenios colectivos para los puestos de trabajo creados en la transición industrial supone una de las formas más fiables de asegurarse de que los empleos ecológicos vayan a ser también buenos empleos, una preocupación sindical vital.
Significado simbólico
Pero el conflicto también tiene un significado simbólico para Tesla. El coste material para la empresa de un contrato sindical sueco sería, por supuesto, insignificante: sólo afectaría a uno o dos de cada mil de sus 120.000 empleados en todo el mundo. Pero Musk podría considerar que el precio simbólico es mucho mayor: una concesión en Suecia podría reforzar las demandas sindicales en países donde trabaja una parte mayor de los empleados de Tesla.
De hecho, los sindicatos suecos no son los únicos que presionan a la empresa. A principios de este mes, la agencia de noticias Bloomberg citaba al presidente, recién elegido, del poderoso sindicato industrial alemán IG Metall, que dirigía un agudo comentario a Tesla: “Hay que andarse con cuidado. Aquí son distintas las reglas de juego”, es lo que afirmó Christiane Benner, refiriéndose a los intentos de la empresa de obstaculizar la organización sindical en una de sus fábricas cercanas a Berlín, que emplea a una décima parte de su plantilla mundial.
Mientras tanto, en los Estados Unidos, las continuas huelgas de los United Auto Workers desde mediados de septiembre en los tres grandes fabricantes de vehículos de Detroit -General Motors, Ford y Stellantis- han afectado a más de 40.000 trabajadores y acumulado costes superiores a los 9.300 millones de dólares, de acuerdo con la revista Forbes. Aunque Tesla no está sindicada y, por tanto, no se encuentra entre sus objetivos, es probable que sus dirigentes sigan de cerca la evolución de la situación. Algunos analistas bursátiles y otros fabricantes de automóviles afirman que Tesla saldrá beneficiada del conflicto, ya que prevén mayores costes laborales para las Tres Grandes.
Tesla ya controla aproximadamente el 60% del mercado de vehículos eléctricos y, según la CNN, las Tres Grandes pagan a sus trabajadores entre un 20% y un 30% más que el salario de 55 dólares por hora de Tesla, prestaciones incluidas. No obstante, si la UAW consigue negociar un acuerdo sindical atractivo para sus miembros -Ford y Stellantis han llegado a acuerdos provisionales que implican aumentos salariales del 25%, de los que ayer se informó que se hacía eco General Motors-, podría aumentar también el interés sindical entre los trabajadores de Tesla.
Y está claro que hay interés. Sin embargo, han fracasado varios intentos de la UAW de organizar a los trabajadores de Tesla, en parte debido a las prácticas ilegales de la empresa para frenar los esfuerzos de sindicalización.
Consideraciones políticas
Aparte de las dimensiones económicas, también hay consideraciones políticas. No es improbable que los políticos empiecen a darse cuenta de que los acuerdos sindicales son cruciales para luchar contra la desigualdad y garantizar empleos dignos en el sector de vehículos eléctricos, en rápido crecimiento. El presidente norteamericano, Joe Biden, se sumó a un piquete de la UAW a finales de septiembre.
En el contexto del auge sindical en los principales mercados de Tesla y de los esfuerzos por promover una transición justa, la huelga sueca, aparentemente pequeña, adquiere mayor importancia. Aunque su resultado es muy incierto, lo que está claro es que los métodos antisindicales que Tesla ha empleado en Estados Unidos no se van a tolerar en Suecia.
IF Metall no se habría arriesgado a desafiar a Tesla de no haber sido por su gran motivación y por haber considerado cuidadosamente sus opciones. Así lo ha formulado Atle Høie, secretario general de IndustriALL, que representa a 50 millones de trabajadores en 140 países: “El modelo empresarial de Elon Musk consiste en no respetar los derechos humanos. Ahora se enfrenta a uno de nuestros sindicatos más fuertes. Tenemos que impulsar la derrota del modelo de negocio de Tesla, y Suecia es el mejor lugar para ponernos a ello”.
Fuente: Social Europe, 31 de octubre de 2023
Cómo poner en marcha un sindicato
Harold Meyerson
Cómo poner en marcha un sindicato partiendo de las históricas victorias de los trabajadores en las fábricas de automóviles, los camiones de reparto, los hospitales, los campus y (acaso) Hollywood….
La brecha entre aquella parte de la mano de obra norteamericana que dispone de regulación sindical y la que no, está empezando a ensancharse de nuevo como no lo había hecho en las últimas décadas. Los transcendentales logros conseguidos por la UAW en sus acuerdos (todavía pendientes de votación por parte de los afiliados) con las Tres Grandes, los que los transportistas (Teamsters) han conseguido en su acuerdo con UPS y el que el personal de apoyo sanitario ha logrado en Kaiser Permanente superan con creces el salario y las prestaciones que los trabajadores reciben en sus homólogas no sindicadas, entre ellas empresas como Tesla, Toyota y Amazon.
Las tres últimas son empresas que la UAW o los transportistas se han comprometido a organizar sindicalmente, y el contraste entre sus nuevas escalas salariales y prestaciones y las de los empleados de Amazon y Tesla, por ejemplo, será sin duda una parte importante de sus argumentos de venta. Sin embargo, considerando todas las lagunas de la legislación laboral que han permitido a los empresarios rechazar a los sindicatos aun cuando la gran mayoría de sus trabajadores quieren afiliarse a ellos, esos argumentos de venta serán necesarios, pero no suficientes para permitir que esos trabajadores se sindicalicen realmente.
¿Qué más se necesita? Movilización de los trabajadores y de la comunidad. Un gobierno que preste su apoyo. Una baja tasa de desempleo. Un espíritu favorable a los trabajadores y contrario a los multimillonarios.
Las victorias de la UAW y de los Teamsters se deben en gran medida a la movilización de sus propias bases para cerrar plantas (la UAW) o amenazar de forma creíble con una huelga masiva (los Teamsters). No es casualidad que ambos sindicatos dispusieran ambos de una nueva dirección, elegida, como no lo había sido anteriormente, por las bases, y que en ambos casos la nueva dirección hubiera ganado las elecciones haciendo campaña contra un ancien régime. El verdadero accidente, si así podemos llamarlo, consistió en que ambos sindicatos habían experimentado una corrupción del liderazgo tan atroz que el gobierno federal, como parte de las condiciones de sus acuerdos con esos sindicatos, les exigió que abandonaran la práctica de elegir a sus líderes en convenciones delegadas (una práctica casi universal en todo el movimiento sindical) y pasaran a una votación de los afiliados en general.
Aunque en la actualidad algunos sindicatos (no muchos) cuentan con dirigentes elegidos en convenciones, entregados y espabilados, resulta innegable que la participación de las bases en la selección de los dirigentes puede (puede, pero no quiere decir) dar lugar a candidatos que estén más en contacto con las frustraciones y quejas de los afiliados, así como a un gran número de afiliados dispuestos a participar en los piquetes para conseguir mayores logros en el puesto de trabajo. Tras sus respectivas victorias, tanto Shawn Fain, presidente de UAW, como Sean O’Brien, presidente de Teamsters, pueden contar con que los cuadros de sus respectivos sindicatos se unan al personal sindical en el esfuerzo organizativos de las grandes empresas no sindicadas.
Esa es la primera condición para poner en marcha un sindicato. La segunda es un alto nivel de apoyo de la comunidad. En muchas luchas por la sindicalización, los sindicatos suelen reclutar a clérigos locales, cargos electos, etc. para que se unan a sus esfuerzos. Se trata de una estrategia a la que los sindicatos deben dedicar aún más recursos de los que dedican actualmente, sobre todo teniendo en cuenta que el nivel de apoyo popular a los sindicatos es el más alto de los últimos 50 años.
Además, necesitan que el Estado se ponga de su parte. Eso significa no sólo tener al presidente en un piquete, por muy innovador que sea, sino también que se refuercen las normas, en virtud de la Ley Nacional de Relaciones Laborales (National Labor Relations Act), concebidas para permitir a los trabajadores negociar colectivamente, de modo que, por primera vez en medio siglo, verdaderamente lo hagan. Eso es exactamente lo que está haciendo ahora la NLRB del presidente Biden, con sentencias que dificultan considerablemente a los empresarios frustrar la sindicalización cuando una mayoría de empleados se pronuncia a favor de la misma.
También necesitan un gobierno que entienda lo importante que es una baja tasa de desempleo para los estadounidenses de clase trabajadora y con salarios bajos, y cómo también eso otorga poder a los sindicatos. La Ley del Plan de Rescate Americano (American Rescue Plan Act) de 2021 de la administración Biden, al proporcionar un estímulo económico que ha impulsado el poder adquisitivo hasta el punto de aplastar la esperada recesión, hizo justamente eso.
Aunque el control demócrata de la Casa Blanca y de ambas cámaras del Congreso tras las elecciones de 2024 no es condición suficiente para hacer avanzar a los sindicatos, sin duda es necesario. Al elogiar ayer la victoria de la UAW, Biden afirmó: “El poder de los trabajadores es fundamental para levantar una economía del centro afuera y de abajo arriba”. Aunque los progresistas norteamericanos estén actualmente centrándose en el conflicto entre Israel y Palestina, no pueden perder de vista la guerra de clases en los Estados Unidos, y tienen todavía que plantear la pregunta “de qué lado estás” en esa guerra de cara a las elecciones del año que viene.
Fuente: The American Prospect, 31 de octubre de 2023
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