Karl Korsch, descongelando el marxismo

Por Romaric Godin

Hace cien años, “Marxismo y filosofía”, el libro de un profesor de Derecho alemán, causó sensación en la izquierda. Marcó el inicio de un singular itinerario intelectual en oposición a las ideologías marxistas de todo signo, llamando a valorar las luchas sobre el terreno, y que sigue siendo tan actual como siempre.

Hace poco menos de cien años, el 16 de octubre de 1923, un profesor de Derecho de 37 años de la Universidad de Jena, Karl Korsch, fue nombrado ministro de Justicia del Estado federado de Turingia. Fue todo un acontecimiento en la política alemana, ya que era miembro del Partido Comunista de Alemania, el KPD, y se unió, junto con otros dos compañeros, a un gobierno dirigido por un socialdemócrata del SPD, August Frölich.

Frölich decidió formar un gabinete de izquierdas, siguiendo los pasos de su homólogo en la vecina Sajonia, Ernst Ziegler, que incluyó a dos comunistas en su gobierno. Sin embargo, durante cuatro años, el KPD, que se había unido a la III Internacional bolchevique, y el SPD, que había dirigido muchos gobiernos en la República de Weimar, habían parecido irreconciliables.

Pero en 1923, el país parecía sumido en el caos. La hiperinflación y la invasión francesa y belga del Ruhr habían destruido la economía alemana. El gobierno federal del liberal Gustav Stresemann se embarcó en una política de severa austeridad, que provocó tentaciones separatistas en Baviera y Renania y golpes de extrema derecha, como el que intentaron los nazis en Múnich el 8 de noviembre.

En el centro de Alemania, el SPD y el KPD decidieron formar una unión de izquierdas para hacer frente a los desafíos. Pero el experimento duró poco. El 22 de octubre, una parte del KPD lanzó un levantamiento fallido en Hamburgo, y el 6 de noviembre el presidente socialdemócrata Friedrich Ebert decidió que Turingia, al igual que Sajonia, quedaría bajo administración federal. Envió al ejército para acabar con el gobierno de izquierdas.

El día 12, Karl Korsch ya no era ministro. No importaba. Lo que más ocupaba al efímero ministro era un texto teórico que acababa de publicar. Aunque causó sensación en los círculos marxistas de la época, también provocó indignación. Korsch no entró en la historia de la izquierda por la puerta de los ministerios, sino por la del pensamiento.

El libro que apareció en 1923 fue “Marxismo y filosofía”, una obra bastante breve que, partiendo de una reflexión aparentemente inocua sobre el vínculo entre la filosofía y el pensamiento de Karl Marx, criticaba las pretensiones cientificistas del marxismo.

Para Korsch, el rasgo distintivo del pensamiento de Marx y Engels era su comprensión de que las teorías no son más que reflejos históricos del estado de las luchas en la sociedad. Las producciones intelectuales son, por tanto, reflejos de la evolución social. Esto implica una consecuencia fundamental: cuando las teorías dejan de estar relacionadas con la evolución social, se fijan y se convierten en “ideologías”. Entonces pretenden ser “ciencias” y poder hablar de una supuesta “naturaleza humana” o de mecanismos “eternos”.

Para Korsch, esto es lo que ocurre con la filosofía burguesa. El pensamiento de Hegel es, pues, el representante teórico de la revolución burguesa. Pero una vez que la burguesía estuvo en el poder y el capitalismo se estableció, esta filosofía defendió el orden establecido esencializando lo que existía. Cuando surgió un movimiento obrero para desafiar este orden, Marx y Engels desarrollaron una teoría capaz de cuestionar esta ideología burguesa, en particular atacando su fundamento, la economía política.

“El nacimiento de la teoría marxista es […] sólo el ‘otro aspecto’ del nacimiento del verdadero movimiento de clase proletario; sólo tomados en conjunto ambos aspectos forman la totalidad concreta del proceso histórico”, explica Korsch. Esto le lleva a una simple consecuencia del vínculo entre teoría y práctica: ambas son una y la misma. “Una concepción que concediera a la teoría una existencia autónoma al margen del movimiento de los hechos no sería ni materialista ni siquiera […] dialéctica; no sería más que metafísica idealista”, afirma.

Sin embargo, la ideología se convierte a su vez en parte de la realidad, precisamente en la medida en que intenta frenar el famoso “movimiento real” que Marx y Engels definieron en La ideología alemana como el otro nombre del comunismo. La filosofía se convierte así en el intento de la sociedad burguesa de contener la impugnación de su propio orden.

Para Korsch, la tarea del “materialismo dialéctico moderno es, por tanto, concebir teóricamente y tratar prácticamente construcciones espirituales como la filosofía y todas las demás ideologías de una vez por todas como realidades”. Una vez más, ésta es la consecuencia de la unidad de la práctica y la teoría. Una ideología se combate no sólo en las universidades, sino también en la lucha social.

La ideología se convierte entonces en una “conciencia invertida”, que toma parte de la vida social como un fenómeno dominante y autónomo. El ejemplo que aparece con más frecuencia en los escritos de Korsch es el del Estado y las instituciones jurídicas, con las que estaba muy familiarizado como jurista. Pero también es el caso de la economía, que se impone a la realidad como un poder autónomo cuando en realidad no es más que el producto de una relación social dominante. En un texto de 1938 titulado “Karl Marx”, Korsch relee la cuestión del carácter fetichista de la mercancía y ve en ella precisamente esta forma invertida: la cosa creada por el hombre dirige al hombre.

Así entiende Korsch la famosa undécima tesis de Marx sobre Feuerbach: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras; lo que importa ahora es transformarlo”. No se trata de un simple rechazo de toda filosofía como “quimera”, sino de “una abrupta renuncia a toda teoría filosófica o científica que no sea al mismo tiempo práctica”. El desafío de la lucha teórica se convierte entonces en hacer de la filosofía un elemento concreto de la lucha de clases.

También por esta razón el movimiento de lucha necesita siempre un aspecto teórico. Korsch insiste en que “una práctica revolucionaria que se limitara a la acción directa […] que ya no quisiera ocuparse de derribar y superar ideologías […] sería tan abstracta y no dialéctica como su correlato teórico”.

El “movimiento real” descrito por Marx es, pues, un movimiento de negación de la totalidad de los hechos, tanto reales como teóricos. Este movimiento se inscribe necesariamente de manera permanente en una realidad material precisa. Pero no es una “adaptación” a la realidad, precisamente porque es un movimiento de negación de esa realidad.

Los errores de la socialdemocracia

Esta lectura de la dialéctica marxista, que concibe la unidad de acción entre teoría y práctica e insiste en su carácter histórico, ya era suficiente para irritar a la intelectualidad ortodoxa de la época. Pero Korsch fue más allá, llevando su crítica al propio marxismo. Para él, el “marxismo ortodoxo” teorizado por Karl Kautsky, el “papa” de la socialdemocracia alemana de principios del siglo XX, y que influyó en toda Europa, era efectivamente una ideología.

Esta posición ya estaba presente en Marxismo y filosofía, pero se desarrollaría aún más en una obra de 1929 dirigida directamente contra la gran obra de Kautsky, la Concepción materialista de la historia. No sin ironía, Korsch utilizó este título para su crítica, aunque era más conocido como Anti-Kautsky. Para él, los marxistas ortodoxos habían aislado la lectura de Marx del movimiento real de las luchas sociales y, en cambio, la habían integrado en los “fetiches” de la burguesía, como el Estado y la economía.

Los textos marxistas se convirtieron en los cánones de una forma de pensar que hacía la revolución a la vez inevitable y cada vez más lejana. De tal manera que se convirtió en un objetivo puramente formal que justificaba su olvido en la práctica cotidiana. A la espera de la revolución, había que conformarse con el capitalismo, el Estado y la nación.

El marxismo se convirtió entonces en una forma de leer la sociedad existente, aplicando la “ley del valor” sin cuestionarla. “El fetiche que Marx quería abolir, y contra el que había dirigido su crítica revolucionaria de la economía política, se convirtió en el ídolo de los economistas marxistas científicos”, explica Karl Korsch.

De este modo, el marxismo dejó de ser una teoría crítica. Se congeló en una pretensión científica desconectada de las luchas concretas y dictó, por el contrario, el comportamiento de los trabajadores y de sus representantes. En estas condiciones, el marxismo oficial se convirtió en una fuerza inhibidora del movimiento social, como las filosofías burguesas anteriores.

Este hecho se puso claramente de manifiesto en la incapacidad del marxismo de la II Internacional para frenar e impedir la carrera hacia la guerra en 1914, y después en su lucha, a veces armada, contra el movimiento de los consejos obreros en 1918-1919. La conclusión a la que llega Korsch en El Anti-Kautsky es clara: que el marxismo, el marxismo de la socialdemocracia alemana, se había vuelto “reaccionario”.

En 1923, cuando Karl Korsch escribió Marxismo y filosofía, era, como hemos visto, miembro del KPD y se definía como seguidor de Lenin. Para él, éste era ya el final de una trayectoria decididamente izquierdista. Nacido en una familia de clase media de Baja Sajonia, había completado una educación más que sólida en Turingia y había pasado una temporada en Inglaterra antes de la guerra. Allí se mostró próximo a los círculos fabianos, los socialistas reformistas muy centristas.

De vuelta a Alemania, combatió durante cuatro años, adoptando una firme postura política contra la guerra, lo que le valió tanto medallas como periodos de aislamiento. Se acercó entonces al USPD, la facción pacifista de la socialdemocracia alemana, y en 1918 y 1919 participó en las comisiones para la “socialización” de la economía, finalmente abandonadas.

En ese momento, Korsch se afilió al KPD. Ya era un partido que había sufrido purgas: los miembros del consejo habían sido expulsados en 1920 y los luxemburgistas en 1921. Pero el abogado consideraba que el leninismo era la mejor opción en la medida en que permitiría reactivar un marxismo coherente con el estado de las luchas sociales.

En este contexto, de 1923 a 1925, Karl Korsch se esforzó por integrar sus actividades en el partido. Se convirtió en redactor jefe de la revista teórica del KPD, Die Internationale, e incluso fue elegido diputado al Reichstag en 1924. Durante un tiempo, tuvo una influencia considerable en un partido en el que el aventurerismo del levantamiento de Hamburgo había desacreditado temporalmente la línea de sumisión a Moscú.

El callejón sin salida del leninismo

Pero la recepción de Marxismo y filosofía ya mostró la incompatibilidad del leninismo y las concepciones de Korsch. Su texto fue tomado por gran parte de la burocracia de la III Internacional como una provocación equivalente a otro texto publicado el mismo año, Historia y conciencia de clase, de György Lukács. Ambos libros se han confundido a menudo porque, tomando nota de las derrotas del movimiento revolucionario de posguerra, pretendían renovar y modificar los fundamentos teóricos del marxismo. Al hacerlo, representaban un desafío a la nueva ortodoxia leninista que estaba en proceso de establecerse.

Sin embargo, Korsch adoptó un enfoque diferente al de Lukács, que insistía en la cosificación, la “cosificación” del trabajador, que impedía la realización de la conciencia de clase. Para Korsch, la cuestión de la conciencia se entiende en términos del vínculo entre teoría y práctica.

La burocracia leninista no apreció ninguno de los dos textos. Lukács se vio obligado a renunciar a sí mismo para permanecer en el movimiento comunista. En cuanto al libro de Korsch, también fue ferozmente criticado por Moscú, en un contexto de toma del poder por el KPD. En 1925, el ideólogo oficial del régimen, Nicolás Bujarin, denunció al antiguo ministro de Turingia por “desviación ultraizquierdista”. Un término que desde entonces se ha popularizado en la esfera burguesa, pareciendo confirmar los análisis de Korsch sobre la realidad del leninismo como ideología reaccionaria.

El debate se centró entonces principalmente en los medios y los objetivos de la lucha. Moscú buscaba establecerse en el panorama político y sindical para asegurar su influencia. Su lógica era vertical: se trataba de convencer a los trabajadores para que adoptaran la doctrina marxista-leninista “correcta”.

Para Korsch, la teoría no debía hacerse autónoma, sino surgir de la lucha diaria de los trabajadores. Para lograrlo, era necesario fomentar la acción en el mundo del trabajo fuera de los marcos establecidos y construir una teoría que respondiera a los objetivos de esta lucha.

Tal planteamiento era obviamente inaceptable para la III Internacional, en un momento en que el marxismo-leninismo está siendo violentamente vitrificado. Tras intentar crear un grupo interno de oposición de izquierdas, Korsch fue expulsado del KPD a finales de 1926. Permaneció dos años más como diputado no inscrito en el Reichstag, negándose a ceder a las exigencias de dimisión de su antiguo partido. Pero una vez finalizado su mandato, su implicación política llegó a su fin.

Intentó entonces contraponer la ideología socialdemócrata de Kautsky y la de Lenin. En 1930, en El estado actual del problema, mostró cómo el pensamiento leninista también se basaba en el “marxismo ortodoxo” y, a partir de 1914, había intentado recuperar una forma de “pureza” teórica.

Durante un tiempo, esta oposición formó parte de la lucha, ya que cuestionaba la doctrina congelada de la Segunda Internacional. Pero cuando el desarrollo de estas luchas amenazó la nueva teoría “pura” definida por el partido, fue necesario combatir la práctica revolucionaria de los consejos obreros: fue el caso a partir de julio de 1920 en el Segundo Congreso de la Internacional y luego, en la propia Rusia, en Kronstadt al año siguiente con el aplastamiento del Consejo de Marineros por el Ejército Rojo.

A partir de entonces, tomó forma una nueva ideología, que se hizo autónoma y se apoyó en fetiches burgueses como la economía y el Estado. En esto, Karl Korsch coincide con el análisis de Anton Pannekoek y Paul Mattick, aunque desde posiciones diferentes: el comunismo soviético es capitalismo de Estado. Y la teoría leninista forma parte de la lucha interna de la burguesía por gestionar el capitalismo.

En 1938, en un texto titulado La filosofía de Lenin, Karl Korsch lo resumió implacablemente. El leninismo “ya no expresa ninguno de los objetivos del proletariado”, sino que “se ha convertido en ‘el arma principal de los partidos comunistas'” para “ganar a esta fracción de la burguesía para el sistema de planificación industrial, para este capitalismo de Estado que, para los trabajadores, no es más que otra forma de esclavitud y explotación”.

Especificidad histórica

Con esta visión, Korsch difícilmente habría podido unirse a la oposición trotskista al estalinismo que se desarrolló a finales de los años veinte. Tampoco le convenció nunca la estrategia de los partidos y movimientos “consejistas”, sin duda preocupados también en este caso por una forma de “fetichismo” históricamente inscrita en un contexto determinado.

Poco a poco fue trazando su propio camino teórico, aunque se vio apartado de los debates marxistas y finalmente exiliado cuando los nazis llegaron al poder en 1933. Korsch se fue a Estados Unidos, donde impartió algunos cursos y se movió en el pequeño entorno de los exiliados de la izquierda consejista alemana de la costa este. Escribió regularmente para la revista de Paul Mattick, Living Marxism, y se convirtió en “Der Lehrer” (“el maestro”), una especie de sabio erudito en este pequeño entorno.

Pero su actividad intelectual no cesó, ni mucho menos. En 1938 publicó su obra teórica más completa, Karl Marx, en la que retomaba, en una lectura atenta de los conceptos marxianos, las ideas desarrolladas en Marxismo y filosofía. El resultado fue una nueva idea central: la “especificación histórica” de todas las relaciones sociales. Korsch lo resume de la siguiente manera: “Marx concibe todas las instituciones y relaciones existentes en la sociedad burguesa en su singularidad histórica”.

Las consecuencias de esta idea son numerosas e importantes. En primer lugar, el pensamiento marxista forma parte de la historia: su validez descansa en su crítica de un régimen históricamente singular, el capitalismo. Esto debe llevar a rechazar una doble esencialización: la de la sociedad burguesa, que sería el reflejo de una pseudo “naturaleza humana”, y la del marxismo como válido más allá del capitalismo. Estos son los dos fallos de la socialdemocracia y del marxismo-leninismo.

En segundo lugar, como señala a Mediapart el investigador australiano Darren Roso, autor de una obra monumental de próxima aparición sobre Karl Korsch, Karl Korsch: Weimar Germany’s Marxist Heretic, “la especificidad histórica concierne también a las composiciones de clase, a la lucha de clases y a las formas de práctica proletaria que surgen de coyunturas singulares”.

En este marco, la cuestión de la unidad entre teoría y práctica pierde centralidad. Para Darren Roso, Korsch comprendió poco a poco que esta unidad “no era en sí misma estable y cambiaba constantemente”. A partir de entonces, fue la cuestión de la especificidad histórica la que pasó a ser primordial, reduciendo la capacidad de una unificación general de teoría y práctica, pero situando la práctica en el centro de toda acción política.

Al mismo tiempo, Korsch sustituyó la “teoría” por la noción de “crítica”, en el sentido de atacar los fundamentos de la sociedad burguesa. Por esta razón, a partir de la década de 1850 y tras el fracaso de las revoluciones de 1848, Marx se concentró en la crítica de la economía política, es decir, en exponer las características sociales e históricas de los mecanismos económicos presentados por la ciencia burguesa como eternos e intangibles.

En un texto de 1934, “Por qué soy marxista”, Korsch insistía en el carácter específico del marxismo, pero también en su carácter “crítico y no positivo”, lo que significaba rechazar cualquier “disfrute contemplativo del mundo actual” y aspirar, en cambio, a su “transformación activa”. El carácter histórico de su pensamiento le llevó a atacar directamente a la sociedad existente mediante la crítica y la acción.

Con este nuevo desarrollo, Korsch llegó a la idea de que ahora era necesario someter al propio marxismo a la prueba de su propio método. Ya en 1931, en La crisis del marxismo, observó: “Ya no se trata de una crisis dentro del marxismo, sino de una crisis del propio marxismo”. Al congelarse en ideologías, el marxismo se había convertido en un obstáculo para la práctica revolucionaria. Veinte años más tarde, en Tesis de Zurich (Diez tesis sobre el marxismo actual), uno de sus últimos textos, fue aún más severo: “Todos los intentos de restablecer el marxismo en su conjunto y en su función original de teoría de la revolución social de la clase obrera son hoy utopías reaccionarias”.

En este sentido, Korsch no proponía olvidar a Marx, sino inspirarse en él, teniendo en cuenta las singularidades del momento. Si el marxismo congelado en la ideología bloquea el desarrollo de las luchas, hay que adaptar una crítica que vaya más allá del propio marxismo y relance las luchas. Fue en este contexto en el que Korsch se interesó más por el consejismo, y luego por el anarquismo de Bakunin. La primacía concedida a la práctica en un marco de crítica radical de la sociedad le llevó naturalmente a favorecer las ideas de autoorganización obrera y de transformación de la sociedad desde abajo.

En particular, le había influido mucho la vivacidad del anarquismo español al principio de la Guerra Civil, sobre la que escribió extensamente. La represión de este movimiento por los comunistas y los partidos burgueses en 1938, en un momento en que el fascismo ganaba terreno, confirmó en gran medida los análisis del pensador alemán.

Además, el ascenso del fascismo y la guerra mundial también le parecían derivar de la crisis del marxismo. En cuanto el marxismo occidental abandonó la lucha contra el capitalismo y glorificó el Estado y la nación, dio paso, en tiempos de crisis, a diversas formas de capitalismo de Estado destinadas a colisionar. Korsch fue uno de los inspiradores de Bertholt Brecht, con quien compartió durante un tiempo su exilio danés. Y la famosa frase de Brecht, “El fascismo no es lo contrario de la democracia, sino su desarrollo en tiempos de crisis”, está sin duda muy inspirada en “Der Lehrer”.

Noticias sobre Korsch

Karl Korsch sólo pudo esbozar esta nueva fase dialéctica para superar la crisis del marxismo. Enfermo durante gran parte de la década de 1950, apenas pudo seguir publicando y murió en Belmont, Massachusetts, a tiro de piedra del campus de Harvard, en 1961. Para entonces estaba completamente aislado. Incluso el marxismo y la filosofía habían desaparecido de la discusión, aplastados por el doble movimiento ideológico descrito por el propio Korsch.

La socialdemocracia, que se había convertido en la vanguardia de la sociedad burguesa, abandonó pronto la referencia marxista en favor del keynesianismo y luego de la síntesis neoliberal. El marxismo-leninismo ocupó todo el terreno que le quedaba, pero lo confinó a una ideología fija que a su vez se disolvió en corrientes que luchaban por la pureza teórica.

Todo ello dejaba poco espacio a la visión de Korsch. A finales de los años 60, fue redescubierto por una serie de pensadores antileninistas de la izquierda occidental. Así ocurrió en Francia con Guy Debord, cuya principal referencia era, sin embargo, Lukács, y en Alemania con Rudi Dutschke, que también intentó una síntesis entre Lukács y Korsch, bajo la influencia de Herbert Marcuse. Pero estas referencias siguen siendo limitadas.

Sin embargo, el pensamiento de Korsch, en toda su complejidad y diversidad, es de gran actualidad. En primer lugar, porque su crítica del “marxismo ortodoxo”, tanto de la socialdemocracia como del marxismo-leninismo, parece muy actual. Las páginas de Anti-Kautsky sobre las ilusiones de la socialdemocracia de alcanzar el socialismo democrático defendiendo al consumidor y regulando el capitalismo nos devuelven a las ilusiones de la izquierda contemporánea.

Los lectores de una reciente entrevista a François Hollande en el diario suizo Le Temps no pueden evitar pensar en el fetichismo burgués que se impondría en la práctica cuando leen estas palabras: “Hay una parte [de la izquierda] que no puede entender que para poder seguir reformando, tenemos que mantenernos firmes en relación con las cuestiones económicas, las reglas de la globalización y la construcción de Europa”.

Esta visión apologética del capitalismo se reduce a menudo a un deseo de mejorar el capitalismo mediante políticas más sociales y más justas. En los casos más extremos, se opta por un capitalismo de Estado capaz de gestionar mejor la economía. Korsch nos ayuda a comprender los límites de los debates actuales en este campo político, que en realidad excluyen en gran medida de la crítica todas las formas de “conciencia invertida”: la economía, los Estados y las instituciones.

El resultado lógico es una situación que siempre ha sido la obsesión de Korsch: la impotencia de las luchas, incapaces de comprender su función histórica. Como en los años 30, esta impotencia condujo a una recuperación burguesa de las luchas en forma de fascismo.

En Francia, parece que hemos asistido a un experimento en toda regla de este callejón sin salida con el movimiento de los “chalecos amarillos” y el movimiento contra las dos reformas de las pensiones de 2019 y 2023. Estas luchas, que movilizaron a una enorme parte de la sociedad, no pudieron superar el dominio ideológico de los marcos capitalistas y, en ese sentido, apenas contaron con la ayuda de las llamadas fuerzas políticas de izquierdas. En consecuencia, su fracaso fue difícil de evitar, y su desenlace político en dirección al fascismo podía ser lógico. Se trata de un fenómeno bastante general en el capitalismo contemporáneo.

Por ello, Korsch merece ser redescubierto. No porque prescriba una estrategia política, lo que iria contra su pensamiento. Sino porque ofrece un marco para comprender mejor nuestros callejones sin salida y, por tanto, una mejor manera de salir de ellos: el pensamiento histórico.

Bibliografia

Las obras completas de Korsch en alemán han sido publicadas desde 1980 por Offizin Verlag (nueve volúmenes publicados). Una amplia selección de textos de Korsch traducidos al francés y al inglés puede encontrarse en los sitios web “la bataille socialiste” y marxists.org.

En castellano, y siguiendo a https://www.uniliber.com/buscar/libros_pagina_3?autor=KARL%20KORSCH&rows=25 se pueden encontrar diferentes versiones antiguas por diferentes editoriales de Karl Marx. También, de la editorial Zero, Concepción materialista de la historia. De la Editorial Ariel, Karl Marx, ¿Que es la socialización?, Concepción materialista de la historia y otros ensayos y Lucha de clases y derecho del trabajo. De Ediciones Sígueme o de la editorial Ágora, Sobre la teoria y la práctica de los marxistas. Con otros autores y en una editorial argentina, La filosofía del marxismo. Con Paul Mattick i Anton Pannekoek, ¿Derrumbe del capitalismo o sujeto revolucionario? en Cuadernos de Pasado y Presente Y también con otros muchos autores, Karl Korsch o el nacimiento de una nueva época en Cuadernos de Anagrama.

Se puede encontrar una versión en pdf de Marxismo y filosofía, inicialmente publicado por la editorial ERA en México en http://espai-marx.net/elsarbres/wp-content/uploads/2020/02/Korsch_Karl_M… así como en otras páginas web.

También se puede encontrar una pequeña biografía y algunos artículos de Korsch en https://www.elviejotopo.com/autor/karl-korsch/, entre otros “Porqué soy marxista”.

El libro de Darren Roso Karl Korsch, Weimar Germany’s heretic marxist, será publicado por Haymarket en 2024.

es periodista desde 2000. Se incorporó a La Tribune en 2002 en su página web, luego en el departamento de mercados. Corresponsal en Alemania desde Frankfurt entre 2008 y 2011, fue redactor jefe adjunto del departamento de macroeconomía a cargo de Europa hasta 2017. Se incorporó a Mediapart en mayo de 2017, donde sigue la macroeconomía, en particular la francesa.

Fuente:

https://www.mediapart.fr/journal/culture-et-idees/030823/karl-korsch-decongeler-le-marxisme

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