DANIEL CAMPIONE*: La revolución, la economía, el socialismo

28MAY23 

 

Por DANIEL CAMPIONE*

Un libro reciente de un estudioso argentino nos acerca una perspectiva sobre el pensamiento de Ernesto “Che” Guevara que no está entre las más habituales: Parte al rescate de su concepción del socialismo, en tanto que hombre de acción y pensamiento.

Germán Pinazo.

Ernesto Guevara. El pragmatismo de lo imposible.

Los Polvorines. Universidad Nacional de General Sarmiento, 2022.

88 páginas (Pensadoras y Pensadores de América Latina)

El libro de Pinazo es un trabajo breve y claro en torno del pensamiento económico del Che. Asimismo, pone sus reflexiones en relación con cuestiones vinculadas a la disolución de la Unión Soviética. Cuando se produce ese derrumbe hacía más de dos décadas que Guevara había muerto y casi tres de la escritura de sus principales artículos económicos. Sin embargo, las opiniones allí volcadas pueden atravesar el tiempo y facilitarnos la comprensión sobre ese proceso histórico.

Ello dentro de una mirada más amplia, atenta al planteo y al intento de resolución de algunos de los grandes interrogantes en torno a la superación del capitalismo.

Expandiendo los límites de lo posible.

El título es provocativo a sabiendas. Apunta, a mi juicio con acierto, a polemizar con la idea de que el Che era un utopista, con visos de ingenuidad. Un guerrillero heroico al que el triunfo de la revolución había convertido en funcionario, llevando el idealismo revolucionario a su puesto sin pasarlo por el cedazo de una realidad resistente a sus creencias.

En verdad el sendero biográfico de Guevara es el de un hombre de acción, que ingresó a las disquisiciones teóricas y a los planteos programáticos al servicio de sus realizaciones prácticas.

Y que, en todos los planos, trató de convertir en realidad aquello que el sentido común consideraba imposible, en procura de medios realistas para lograrlo. No otra cosa suelen hacer los grandes dirigentes, quienes no se rinden ante condiciones desfavorables. Es sabido que de guiarse por la pequeñez y la cercanía a Estados Unidos de la isla de Cuba, la perspectiva de una revolución socialista allí podía parecer un dislate.

Así lo refleja uno de sus mejores biógrafos, Paco Ignacio Taibo, en un párrafo citado con acierto por Pinazo: “Hoy el Che más vivo y más presente es aquel que construye (tanto en la etapa guerrillera como en la del triunfo de la revolución) un pensamiento hiperigualitario, anti-burocrático, anti-jerárquico. En realidad, más que un pensamiento, construye una serie de actos; hay que leerlo a partir de sus actos e intercalar éstos en el discurso …” .

Esas concepciones contrarias a todo privilegio y burocratismo, combativas frente a las rutinas que construye la estadía en el poder, son las que toma el autor como base de su concisa indagación por el itinerario de Guevara en el pensamiento económico.

Como es sabido, el revolucionario argentino-cubano inició su paso por la gestión de la economía en el departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria. Y de allí fue a la dirección del Banco Nacional de Cuba. Lo que tuvo continuidad en su cargo como ministro de Industrias. Llevó a esos lugares su fervor político y sobre todo su inquietud intelectual.

Estudió con afán los problemas económicos, incluido el aprendizaje de las arduas herramientas matemáticas necesarias para dominarlos.

Fue así un gestor con formación teórica en la disciplina. Un economista formado por fuera de la academia, en la lucha cotidiana por resolver los problemas de Cuba, lanzada al empeño de una construcción socialista desde un rosario de adversidades.

¿Cómo ir hacia el socialismo? ¿para qué?

Su punto de partida, destacado en el libro, es que apuntar al socialismo no era meramente formular un camino para un desarrollo productivo más eficaz que el del capitalismo.

El foco debía estar puesto en la construcción de un proyecto civilizatorio radicalmente distinto, antagónico. Si la mercantilización de toda la vida social es el signo del capitalismo, la “desmercantilización” más amplia posible debe vertebrar el proyecto socialista.

Para el autor, el Che era profundamente práctico al plantear el socialismo como un proceso civilizatorio integral, signado por la organización colectiva y la pérdida de espacio del intercambio de mercancías. No había alternativa de construir un sistema no capitalista en base a intereses materiales de los trabajadores y competencia entre empresas.

Guevara se atrevió a dar el debate franco con una gran figura del marxismo de la época como Charles Bettelheim. Lo hizo desde su experiencia como revolucionario, su saber acumulado en tanto gestor de la economía cubana y su condición de concienzudo estudioso del pensamiento marxista acerca de la economía.

Y se asentaba en la base de que no se podía construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo: Criterios de rentabilidad, competencia entre unidades económicas del mismo rubro, estímulos de carácter egoísta para los trabajadores.

Desarrolló más a fondo tres concepciones: a. El sistema presupuestario de financiamiento en lugar del cálculo económico para regir la vida de las empresas. b. La idea de la no aplicabilidad de la ley del valor en la transición socialista y c. La preeminencia de los incentivos morales sobre los materiales a la hora de recompensar el trabajo.

Más allá de las disquisiciones teóricas sobre cada uno de esos puntos, tenían en común el propósito de organizar el proceso productivo en una perspectiva no ya distinta sino contraria a las pautas de la vida económica bajo el capitalismo.

Escribía Guevara: “No se trata ya de matices: para los partidarios de la autogestión financiera y el estímulo material directo, proyectado hacia el futuro y acompañando a la sociedad en las diversas etapas de la construcción del comunismo no se contrapone al “desarrollo” de la conciencia, para nosotros sí.”

La disolución de la Unión Soviética revisitada desde el Che.

Pinazo recoge de modo muy sintético esos diferentes aspectos y ensaya luego una suerte de “alternativa Guevara” para las miradas burocráticas y cuantitativistas de la economía de planificación centralizada. Las que mucho tuvieron que ver con el llamado “estancamiento” y luego con el derrumbe de la URSS.

Y dedica toda una sección del libro a ensayar explicaciones del descalabro soviético a la luz de los debates que el dirigente revolucionario libro en la década de 1960.

En la economía soviética de la década de 1980, en nombre del combate contra la escasa calidad de los bienes producidos con criterios cuantitativistas, la baja productividad del trabajo y el burocratismo invadiéndolo todo, las reformas del mercado se exteriorizaron en una singular “privatización”, que desembocó en un proceso de restauración capitalista que desplegó hasta el absurdo las peores características de ese sistema social.

Escribe Pinazo: las herramientas que se eligieron para eso eran herramientas de mercado: reintroducir la competencia y los incentivos individuales como forma de alcanzar el bienestar.

A lo que se añadía la autonomía de las empresas y la vigencia del cálculo económico: “la empresa elabora, aprueba sus planes y celebra sus contratos de forma independiente”.

Y a ese propósito apunta: De lo que se trata es de hacer notar la importancia y la vigencia, aún casi treinta años después, de un punto clave que señalara Guevara en relación con las necesidades de ese proyecto: no hay planificación sin incentivos colectivos, no puede haber proyecto económico-civilizatorio alternativo al capitalismo sin una discusión (una disputa) ideológica que ponga en el centro el problema de los incentivos individuales. No es un tema moral. Es un asunto estrictamente práctico.” (…) ¿Quién va a construir una nueva economía si son los propios funcionarios los que, frente a la crisis, son los primeros “emprendedores” en comprar las palas que van a enterrar el socialismo?

La meditación sobre un proceso que se anunció como una profundización del socialismo y terminó con la alta burocracia privatizando y apoderándose de las empresas estatales es siempre oportuna. Hacerlo desde una perspectiva de largo aliento y no desde consideraciones de eficiencia es, sin duda, fundamental.

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El libro es útil como repaso y para brindar lineamientos de replanteo para quienes ya han recorrido esas discusiones. A lo que se suma el enfoque novedoso de leer la crisis soviética de los tiempos de perestroika a través de los conceptos volcados por el Che en sus discusiones de la década de 1960.

Más allá de eso, el texto parece en especial dirigido a las y los jóvenes que pueden arribar al pensamiento del argentino-cubano en estos tiempos en que las perspectivas revolucionarias y de construcciones no capitalistas no parecen estar a la orden del día. Para ellxs puede conjugar un estímulo al aprendizaje y la reflexión. Y el acercamiento con ojos nuevos a la tradición del marxismo y al propósito socialista. 

Daniel Campione en Facebook.

@DanielCampione5 en Twitter.

*Daniel Campione: Profesor de Teoría del Estado y de Evolución del Estado Argentino en la UBA, del comité editorial de la revista “Periferias” y de la conducción de la Asociación Antonio Gramsci. Publicó “Argentina. La escritura de su historia”, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación, 2002 y “Prolegómenos del Peronismo”, Buenos Aires, Fisyp, 2003 y, en colaboración con Julio C. Gambina “Los años de Menem. Cirugía mayor”, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación, 2003. Tiene en preparación un estudio y compilación de documentos sobre los primeros años del P.C. argentino.

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