Desde Venezuela: Lo que conocí de Rummie

 y 

5 febrero, 2023

 

Conocí a Rummie en el 2014, durante un encuentro de movimientos sociales del Gran Polo Patriótico. Digo que la conocí, en el sentido de que me tocó debatir con ella, porque no es que no la hubiese visto antes, en cuanta marcha y rebullicio popular se atravesara.

Para ese entonces yo ni soñaba con hacer la transición. No entendía muchas cosas de mí, no sabía de los debates de la diversidad sexual, no reconocía las opresiones que vivía por eso, ni las “diferencias” (para no decir dificultades) que esa situación determinaba para mí -en aquel entonces como mujer lesbiana- frente al resto de mis compañeros y compañeras de militancia: “Lo fundamental es la opresión de clase”, me decían y yo repetía como gafa.

La posición de Rummie en el marco de aquel debate, era que la representación importa. No había allí otra persona que participase abiertamente en representación de la diversidad sexual, mucho menos como persona transgénero (coincidimos en la mesa de “Cultura”) y ella se proponía para ser vocera. Todos y todas en la mesa nos opusimos férreamente, no lo entendíamos. Desde una monolítica ignorancia insistimos en que eso no importa, que lo fundamental era la representación a ejercer como movimientos populares. Insistimos tanto en el peo de clase que ella simplemente se hartó y se fue para otra mesa. No entendí su posición sino varios años después, cuando yo mismo desistí de la mía, cerrando espacios de militancia y vínculos demasiado normativos para tener comprensión conmigo.

Un par de años después, aún sin ser Joseph, vuelvo a verla. Quería documentar el trabajo que realizaba desde Divas de Venezuela y me encontré con que además de la academia de baile, tenía instalado un estudio de grabación para su programa “En Espiral”, que toca temas vinculantes a la diversidad sexual, aunque desde una perspectiva más particular: “al fin y al cabo son temas para la vida, temas que a todos y todas nos interesan”, decía Rummie. En esa ocasión, sin un atisbo de rencor por el asunto del Gran Polo Patriótico, me piropea, insiste en que me meta a modelo (todavía me cago de la risa al recordar eso) y hasta me invita a formar parte del equipo del programa. Varios meses más tarde, más o menos, yo ya habría hecho el tránsito y en cuanto nos encontramos -ahora sí, yo como Joseph-, celebró la nueva, dedicándome buenos deseos.

Rummie no se encrispa, no me agarra arrechera repentinamente, no desconfía, no me reclama que yo haya “decidido” ser un hombre. Pero sí comienza a comentarme sobre su forma particular de ver la transición, las construcciones de género y la transexualidad. Al fin y al cabo ya nos encontrábamos.

En un viaje en metro, me dice que ella ha decidido no enrollarse más por el tema de parecer “mujer”, en el sentido de insistir compulsivamente en los “rituales” de la feminidad normativa, en los dispositivos y trucos para mantener la voluptuosidad, la delicadeza y la ornamentalidad asociada a ello. Que ya, que sabe que no va a ser menos mujer por eso y se atreve a utilizar sus botas militares de cuero, a salir sin maquillaje, a vestir con ropa holgada si quiere… “Y yo voy así en el metro, nadie me dice nada, ni me mira raro, ni nada, porque todo tiene que ver mucho con la actitud con la que tú asumes esto, si tú estás segura nadie te va a molestar. Lo importante es la consciencia”. Ya por esa época estudiaba Psicología en la UBV y decía que lo más importante no es si una es lesbiana, marico, trans, bi, intersex, etc; sino la vida, tener una visión más holística, que ella ya no se preocupaba por defender a ultranza que es trans. Así de adelantada estaba Rummie.

Hay un cuento que siempre echaba, que nunca se me olvida y que todxs quienes la conocimos seguramente sabemos ya. Cuando quería disfrazarse de Batichica. Está en la escuela, con unos 4 años, según ella, y la maestra comienza a preguntar en el salón de qué se quieren disfrazar. Pablito dice qué de Spiderman, Ramón qué de Superman, Juanita qué de Blancanieves… Y cuando le toca a ella viene y dice, sin duda alguna: “de Batichica”. Todo el salón se ríe. “Nosotres ya sabemos quiénes somos. Pero viene la maldita escuela que nos tuerce y nos hace sufrir tanto”, también le escuché decir una vez.

La última vez que la vi cuadrábamos para hacer un Congreso Trans. Rummie tenía un conocimiento, un resguardo de la historia reciente del movimiento trans muy importante para la conformación de ese espacio, la iniciativa era de ella. Nos reunimos, hicimos un picnic, Rummie me da consejos de pareja: “¿Quieren que les dé el secreto para que duren bastante? Lo importante es entender que la otra persona no es perfecta”. Esa iniciativa no cuajó conmigo. Yo sentía que el resto de los muchachos y ella estaban desesperades, que la cosa no se estaba haciendo en colectivo y me salí. Dos semanas después, recibo la noticia de que Rummie había muerto.

Es verdad es que Rummie no se amilanaba por nada y que donde llegaba plantaba su voz de forma inflexible y contundente. Performer, comunicadora, militante, psicóloga en formación, bailarina, atleta, ciclista… Ustedes tenían que ver cómo bailaba danza árabe, me quedé loco. O la vez que hizo dizque de devota religiosa frente a los guardias del Gobierno del Distrito Capital que se burlaban de nosotres. La risa se les torció en arrechera con la parodia y a nosotros viceversa. Todas esas cosas las hacía Rummie Quintero.

En una caminata que habíamos realizado en mayo, de Chacaíto hasta Altamira, exigimos en el punto de llegada que se le diera la palabra, cosa que no se hizo porque “Rummie es chavista” (y, sobre todo, porque no se quedaba callada para cantarle a la gente sus estupideces e incongruencias). Varios hicimos una barra para que le dieran el micrófono y ahí me di cuenta, con el paso de todos estos años, que de pana Rummie se convirtió en un referente. Porque por más nadie estábamos nosotrxs gritando así. Se lo ganó a pulso.

Ya durante todas las movilizaciones del 2022, la vi insistiendo mucho por el tema del cambio del nombre en los documentos de identidad. Yo, en un intento de poner en palabras algo que me generaba contradicción, le confieso que no estoy seguro de si quiero hacer eso, o que por lo menos para mí no resulta algo de vital urgencia, que todavía no lo resuelvo. “Bueno, lo importante es que haya la oportunidad. Si tú lo quieres hacer o no eso es de cada quien, pero tiene que haber la posibilidad”. Listo, me dejé de enrollar por el asunto.

Ahora me cuesta mucho asumir que Rummie ya no va a estar allí. Que no vamos a escuchar su voz, su versión de “Y la cédula pa’ cuándo” sobre la canción de Jennifer López, su verbo incendiario, de verdad, su muy específica voz. Me duele mucho no haberle dicho que la quería. Que se haya ido así, a lo estúpido, sin aferrarse a lo brutal que era. Y qué a pesar de las diferencias, era una tipa demasiado arrecha.

Me quedan tantas cosas por contar… Coñoelamadre, Rummie Quintero.

Texto: Joseph Soto. Ilustración: Metmarfil.

 

Fuente: UTOPIX.CC

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