Durante el Carnaval, cuando las fiestas populares volvieron a las calles después de 2 años de interrupción por la pandemia, los trágicos hechos en el Litoral Norte de São Paulo conmocionaron a Brasil. Se registró un volumen de lluvia sin precedentes en toda la región, particularmente en las ciudades de Bertioga y São Sebastião, donde la precipitación superó la increíble cantidad de 680 mm en solo 24 horas, el doble de la cantidad de lluvia registrada en todo el verano de 2022. Grandes deslizamientos de tierra en Serra do Mar provocó la destrucción de comunidades enteras y provocó grandes daños a la infraestructura local. Hasta el momento, se han identificado 50 muertes. También hay decenas de personas desaparecidas y miles de personas sin hogar. En la festividad, también hubo fuertes lluvias y daños en otras partes del país, como en São Gonçalo (RJ).

Como era de esperarse, las grandes dimensiones de los derrumbes y muertes generaron una fuerte corriente de solidaridad, con la recolección de donaciones y el revuelo de los círculos gubernamentales, que visitaron la región. Lula y Tarcísio de Freitas, gobernador de São Paulo, sobrevolaron el lugar el lunes y anunciaron medidas. Si el guión de intensas lluvias en el verano, deslizamientos de tierra, pérdidas humanas y daños a la infraestructura parece una macabra repetición anual brasileña, queda la pregunta obvia: ¿podría haber sido diferente?

Un problema mundial

Intensos fenómenos climáticos y geológicos, que desembocan en graves crisis sociales y humanas, se han multiplicado en todo el mundo. Los recientes incendios en Chile y, en mayor escala, el terremoto que destruyó parte de Turquía y Siria, combinan tragedia y descuido de los gobiernos, generando resultados letales para los sectores más vulnerables, en la periferia de las ciudades y el campo. El terremoto de Turquía y Siria, por ejemplo, puso al descubierto el modelo autoritario del gobierno de Erdogan, que trató de ocultar y manipular información sobre el mayor terremoto del siglo XXI, culpando a la “naturaleza” de la situación catastrófica que enfrenta la población, en particular en la región de minoría kurda.

Siempre hay un patrón en estos hechos: los más pobres y vulnerables, por las condiciones sociales y económicas, son los más golpeados, mientras los gobernantes maniobran para sostener los privilegios, manteniendo a la población trabajadora en precarias condiciones de vivienda y saneamiento, como la recientemente fallecida mostró el investigador Mike Davis en su “Planeta Favela”. Al mismo tiempo, el calentamiento global ha provocado importantes cambios en el clima, en una verdadera “emergencia climática”, advierten los expertos, lo que indica riesgos para la reproducción misma de la especie humana. Es necesario inaugurar una nueva forma de relación entre los seres humanos, su reproducción social y la producción económica si pretendemos traspasar el umbral del próximo siglo.

Lo social y lo natural

Se sabe que los eventos naturales y climáticos tienen en ocasiones consecuencias impredecibles y catastróficas para la vida humana. Sin embargo, es totalmente posible, dadas las condiciones de progreso económico y tecnológico, mitigar en gran medida los efectos de este tipo de eventos y salvar miles y miles de vidas que se pierden anualmente en todo el mundo a causa de lluvias, inundaciones, incendios y deslizamientos de tierra.

Como ya dijimos, eventos como el de la Costa Norte de São Paulo se repiten cada verano en Brasil y las respuestas gubernamentales giran en torno a entregas de emergencia de donaciones y promesas de cambios para el futuro. El Ministerio Público, desde 2021, venía advirtiendo del riesgo inminente de una tragedia que “pudo haberse evitado”. Por cierto, en 1967, en Caraguatatuba, en la misma región ahora afectada, ocurrió un gran desastre luego de fuertes lluvias y deslizamientos de tierra. La repetición tal vez debería hacernos repensar el uso de la palabra tragedia, como si fuera simplemente un hecho inédito e inesperado. Sólo en el último año, intensas lluvias, inundaciones y deslizamientos de tierra, con la pérdida de cientos de vidas, ocurrieron en todo Brasil: en la región montañosa de Río de Janeiro, particularmente en Petrópolis, en la región metropolitana de São Paulo, en Salvador,

Es necesario enfrentar el negacionismo climático y luchar por un programa de reforma urbana radical en nuestras ciudades y comunidades para que no se repitan las escenas de desigualdad que se ven en Barra do Sahy y otras playas donde se concentran las propiedades de lujo de la región: millonarios salida en helicóptero de lujosas fortificaciones donde veranean, y destrucción total de los barrios donde viven los trabajadores del turismo local, con sus bajos salarios y viviendas precarias.

Es necesario actuar

Es necesario exigir una acción inmediata desde todas las esferas de gobierno. Desde el primer día, nuestra diputada estatal Mônica Seixas está en la región trayendo solidaridades concretas. Los sindicatos y la sociedad civil también se movilizan, recaudando donaciones y exigiendo acción. A corto plazo, es necesario aumentar la solidaridad y reclamar el pago de emergencia de las prestaciones para los afectados, además del control de precios en los mercados de la región y el abastecimiento de emergencia.

Pero esto no será suficiente: para evitar realmente más pérdidas de vidas, se necesita un cambio completo en la urbanización de nuestras ciudades, comenzando por las zonas de riesgo, pasando por la construcción de viviendas dignas, en lugares seguros, con saneamiento y acceso a servicios públicos. . . En São Sebastião, será necesario hacer un seguimiento y luchar para exigir a los gobiernos las promesas hechas de construir viviendas bajo Minha Casa, Minha Vida para familias sin hogar.

Al mismo tiempo, es necesario ver la lucha por el saneamiento básico público como un derecho y no como un negocio para remunerar la renta. Este es uno de los mayores cuellos de botella del país y el privatizador Tarcísio ya anunció sus planes de vender SABESP en São Paulo. Hechos trágicos como los de los últimos días revelan que este modelo de urbanización es insostenible. La izquierda y los movimientos sociales deben enfrentar este tema, revelando su relación con la crisis climática y la responsabilidad de empresarios y gobiernos.