Padilla, el miedo y la noche

1 febrero 2023

Padilla

No lo olvides, poeta

En cualquier sitio y época

En que hagas o en que sufras la Historia,

siempre estará acechándote algún poema peligroso.

Heberto Padilla

«Dicen los viejos bardos». Fuera de Juego. 1968.

***

Hace unas semanas tuve la oportunidad de ver el documental El caso Padillarealizado el pasado año por Pavel Giroud y que ha estado presentándose en diferentes festivales. Como ha venido ocurriendo en los últimos tiempos, las piezas perdidas de una historia, mayormente contada desde el poder, han comenzado a ser recolocadas en ese gran rompecabezas que ha sido la Revolución Cubana.

Sobre el escritor hay abundantes textos y ensayos. Al menos tres libros han circulado recientemente. Casa de las Américas editó Fuera (y dentro) del juego, una selección de cartas y entrevistas con diversos intelectuales que se vieron involucrados en el suceso. Letras Cubanas lanzó en el 2013 una magnifica investigación de Jorge Fornet bajo el título El 71, anatomía de una crisisy Norberto Fuentes, testigo directo de los acontecimientos, contaba su versión de hombre duro en Plaza sitiada (Cuarteles de invierno-2018).

Para muchos, este documental pudiera ser una simple curiosidad, un viaje en el tiempo que les permite apreciar imágenes y testimonios poco o nunca divulgados de un telúrico acontecimiento que marcaría para siempre la cultura cubana. Pienso sobre todo en los más jóvenes, tan vacíos de Historia y memorias, para los cuales estos sucesos nunca existieron.

Otros, los que aún quedan vivos y fueron testigos directos de aquellos años, vuelven a encontrarse con sus propios demonios en versiones o articulaciones de sí mismos, donde son colocados de nuevo en un instante que han preferido olvidar o silenciar. Y es que este documental no versa exclusivamente sobre el poeta Heberto Padilla y su histriónico arrepentimiento en aquella extraña noche del 27 de abril de 1971. Es una película sobre la desilusión, en tanto evidencia el fin de una esperanza: la que representaba entonces para muchos la Revolución Cubana.

 

 

Es también un testimonio visual sobre el miedo o la incertidumbre instalada en los gestos de los artistas citados aquel día a un salón de la UNEAC para ver «las barbas de su colega arder». Padilla llevaba, sin que se diera ninguna explicación convincente, cuarenta días detenido, y solo unas horas antes había sido liberado. Su arresto generó la condena de casi toda la intelectualidad hispanoamericana y europea. Ahí están los cientos de cartas, declaraciones, editoriales, palabras. No son actores secundarios los que hablan, son pesos pesados de la cultura universal reclamándole a Fidel, a la Revolución, una respuesta.

Las cosas no suceden de forma inconexa, casual. No en Cuba, mucho menos en aquellos años. Hay un contexto que acompaña cada gesto o palabra de Padilla, y lo apreciamos también en las miradas y cuerpos (algunos retorcidos) de los allí presentes. Semanas antes, en un acto con jóvenes universitarios, Fidel había declarado que pronto se darían a conocer nuevos detalles del caso, donde aparecían otros implicados. Esas noticias «permitirían a la Revolución separar a sus verdaderos amigos, a los verdaderos revolucionarios».

El caso Padilla se convertía entonces en un parteaguas que debía definir a los intelectuales en dos frentes, los que apoyaban a la Revolución o los que se situaban contra ella. La «luna de miel» se había acabado. No hubo términos medios, mucho menos matices porque: ¡Primero dejar de ser, que dejar de ser revolucionarios!

¿Qué pudo haber dicho el poeta en esos largos interrogatorios con la Seguridad del Estado? Las imágenes grabadas por el ICAIC, y ahora rescatadas por Pavel, trasmiten el desasosiego que debió sentirse en aquella sala, especialmente cuando el acusado, ya sudoroso pero inspirado, comienza a mencionar los nombres de varios de sus amigos, escritores igual que él, que mostraban una obra supuestamente alejada de los principios y valores que propugnaba la Revolución, autores que escribían, nos dice, desde el desaliento, la frustración o la épica de la derrota.

Nadie en aquel lugar estaba ajeno a la narrativa polarizada que sobre el rol del intelectual venía imponiéndose con intensidad desde el año 68. Todo el mundo sabía lo que significaba ser colocado en el bando del enemigo. El propio Padilla se había visto envuelto en una porfía (también Antón Arrufat y luego muchos otros) cuando su libro Fuera de juego recibió el premio Julián del Casal en el concurso literario que organizó la UNEAC aquel año.

Aunque el poemario fue publicado, la dirección de la organización tuvo que demarcarse del juicio emitido valientemente por el jurado (Lezama entre ellos), escribiendo una nota donde expresaban su desacuerdo con una obra «ideológicamente contraria a la Revolución». La nota declaraba además que la organización tenía el deber «de velar por el mantenimiento de ésta, defendiéndola no solo de sus enemigos declarados y abiertos… sino también de aquellos que utilizan medios más arteros y sutiles».

En varias ocasiones Pavel nos recuerda que debates similares se habían producido unos años antes, cuando el documental PM (Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante-1961) fuera vetado para su exhibición en salas de cine por no corresponder con las ideas de la Revolución. Fue tan intensa la discusión acerca de los límites que esta pondría o no a la creación artística, que Fidel tuvo que intervenir en lo que se conoce como Palabras a los intelectuales.

 

 

 

Las voces y los hechos se repiten. A veces también los personajes. Este documental de Giroud, viaja en el tiempo, capta un ambiente opresivo, insólito, donde la sospecha y la simulación marcan la conducta de los implicados.

Ya para 1971, el dogmatismo se había cimentado en las visiones que tenían los funcionarios (y no solo ellos) sobre la cultura y el destino del país. Se argumentaba que no podían existir «paños tibios» cuando la Revolución estaba siendo acosada. El pesimismo o la melancolía no tendrían espacio en el arte pues lo que el pueblo y la nación demandaban eran obras patrióticas y estimulantes.

Desde las revistas Verde Olivo y Alma Mater (que ya clamaba por una Universidad solo para los revolucionarios y realizaba sus purgas en consecuencia), o el periódico Granma, los creadores más críticos o incómodos habían recibido todo tipo de amenazas y descalificaciones.

En paralelo (¿casualidad?) a la intervención de Padilla en la UNEAC se efectuaba el tristemente célebre 1er Congreso de Educación y Cultura, plataforma legitimadora de los peores años que acompañaron a la cultura cubana. Un rol didáctico le sería asignado al arte, visto como arma de la Revolución y un eficaz vehículo para promover «la moral socialista».

En los discursos e intervenciones, en las palabras de clausura (dichas por Fidel) o resoluciones, los intelectuales son presentados como una élite, seres «blandengues» mayormente enajenados y contaminados por valores burgueses, apartados del pueblo, lugar donde se decía radicaban el verdadero arte y la sabiduría.

Cuando Padilla entra a la sala de la UNEAC, está consciente de su rol como instrumento del poder. Sabe que, tristemente, todo se ha ido convirtiendo en un artificio, una representación. Tenía que actuar y actuó. El documental se trastoca entonces en una ficción. Pavel comprende que no necesita generar conflictos ni situaciones dramáticas, pues ellas se están revelando por sí solas delante de nuestros ojos. Por eso, deja correr los minutos para escuchar al histrión y más tarde a algunos «personajes secundarios» que atizarán el drama.

He aquí donde radica uno de los valores de esta obra: revelarnos el proceso de anulación de un sujeto, en toda su brutalidad y perversión. El individuo que se niega a sí mismo, abjurando de todas sus creencias, sus ideas, presentadas como demoníacas, para ponerse al servicio de una causa mayor, en este caso: La Revolución.

 

Padilla

 

El “mea culpa” de Padilla en la noche del 27 de abril de 1971. (Imagen: Fotograma de la película El caso Padilla)

¿Cómo, cuándo, en qué momento, todo se trastocó?

Padilla, como el Sergio de Memorias del subdesarrollo (Alea -1968)… ha visto demasiado para ser inocente. Sus años de trabajo en la URSS, su conocimiento de varios idiomas, sus lecturas, sus viajes por Europa lo habían colocado frente a una realidad, distante de la promovida en los discursos y las notas de prensaComo si leyera el futuro, supo lo que venía. A esas alturas de 1971, poco importaban sus versos, sus críticas, su tristeza, su círculo de amistades.

Para sus captores, lo esencial era dar un golpe de autoridad en la mesa y con ello aplastar una forma de entender, no el país —noción que pasaba a segundo plano—, sino a la Revolución, elevada a categoría abstracta, maniquea y superior de la existencia humana, un dogma, un tótem al que adorar, un monstruo que ya estaba devorando todo. Colocada con el paso de los años en otra dimensión por sus… ¿protectores?, ha perdido su más preciada virtud: estar al alcance y servicio de los hombres y mujeres que la hicieron posible.

Heberto Padilla murió en el año 2000, solo, en su cuarto de la Universidad de Auburn, en Alabama, donde impartía cursos de literatura. Sus alumnos lo encontraron, víctima de un infarto. Curiosamente en ese estado sureño se vivieron, mientras él escribía Fuera de juego, las más intensas luchas por los derechos civiles y la igualdad racial que recuerde Norteamérica.

 

*

Profesor y critico de cine. Especializado en cine y sociedad en Cuba.

 

Fuente: LA JOVEN CUBA

 

Visitas: 2

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

RSS
Follow by Email